Velos, tacones, corsés
El uso del hiyab, sin duda una costumbre social en ciertos entornos culturales musulmanes, solemos interpretarlo los occidentales como un síntoma de la desigualdad de las mujeres en tales medios, aunque mostremos menos capacidad de crítica ante ciertos usos y costumbres propios de nuestra sociedad. Tan arraigados y difíciles de cambiar como el nombrado, también los deberíamos enunciar igual de enfáticamente como síntomas de sumisión al orden machista aún imperante.
Por ejemplo la tendencia a seguir los dictados de la moda femenina occidental en su versión súper-sexy. Ambos usos constituyen un reflejo más del largo camino que aún nos queda a las mujeres para alcanzar la igualdad de género en todos los ámbitos de la vida. El uso de tacones altísimos y ropas-faja muy ajustadas, en las que "en su natural sentido del sacrificio" se embuten actualmente una parte de las mujeres y adolescentes españolas y occidentales, les limita la libertad de movimiento, las hace especialmente vulnerables ante una situación de riesgo en la calle. Son ropas diseñadas y vestidas en función de los gustos masculinos.
Cuando se detecta que una persona "tiene un problema", ¿desde cuándo se la "libera" por la coacción antes que inducir un cambio por el convencimiento? ¿A qué viene empecinarse en prohibir a una chica ir a su colegio porque se ha enrocado en llevar su pañuelo, a falta de poco más de un mes para acabar el curso? A que una adolescente de origen (o no) magrebí más abandone antes de lo que debiera la escolaridad, empujándola a refugiarse en ese entorno familiar patriarcal del que se supone que se la quiere proteger. ¡Cuanta intolerancia, prepotencia cultural y falta de inteligencia en los operadores sociales de este conflicto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.