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Reportaje:

La chica con flor que saltaba a la comba

She & Him consagra a la actriz Zooey Deschanel como reina del pop cándido

Vestido negro plisado, un par de rosas blancas enredadas en el cabello, ojos redondos como los de Betty Boop, una sonrisa inquebrantable y el tenue balanceo de la pandereta golpeando contra la cintura. Contabilizábamos hasta seis moradores más del escenario, pero todas las miradas sólo podían converger sobre Zooey, esa muchacha de aspecto tan retro como el adjetivo que mejor la define: pizpireta. Una chavalita de 30 años recién cumplidos (aparenta menos) que salta con los dos pies a un tiempo, tal que si sus compañeras de corro en el instituto le anduvieran agitando una comba imaginaria.

Su nombre completo es Zooey Deschanel y hasta hace poco la conocíamos como diva del cine independiente en 500 días juntos o The go-getter. Ha inspirado grupos en Facebook ("Yo también culpo a Zooey de mis altas expectativas con las mujeres") y ahora es la jefa incuestionable en She & Him, su banda junto al trovador M. Ward. Demasiados argumentos como para que la Joy Eslava no luciera anoche al borde del colapso. "Yo ni siquiera conozco sus canciones, pero éste es el típico concierto al que no puedes faltar", le explicaba a la entrada una elocuente jovenzuela a sus amigas.

Las canciones de este grupo resultan endemoniadamente buenas

Ante una figura como Deschanel cuesta sustraerse a la fascinación, incluso para quienes la terminen encontrando irritante. La trémula actriz no sólo ejerce de vocalista cándida, sino que asume la autoría del repertorio y coloca como subalterno a una celebridad de la disciplina en la que la teórica arribista es ella. Y así sucede que el George Clooney de la vanguardia yanqui, el promotor del grupo Monsters of Folk, asume sin rechistar la condición de actor de reparto. Los pantalones en She & Him los lleva She, que nadie lo dude. Por mucho que Him ejerza de productor y le transmita, suponemos, un soplo de confianza.

Las canciones de Volume two, el nuevo disco de la parejita, pueden parecer de una inocencia exacerbada, pero cuesta no acabar enamorándose de ellas. Sobre todo porque son pegadizas, golosas, enternecedoras. En un par de palabras: endemoniadamente buenas. Remiten a la pereza mañanera de un verano en primera línea de playa, a una película de los años sesenta en la que Henry Mancini no se ponía al teléfono y hubo que improvisar una solución de urgencia para la banda sonora.

A las mamás que frecuentaron los guateques les habría encantado anoche que los zagales las cortejaran con un agarrao como Lingering still, un tema que cualquiera supondría registrado en la sociedad de autores desde medio siglo atrás. Y el chaval enamoradizo al que la chica -o chico- de sus desvelos no le acaba de hacer caso terminará canturreando Thieves: "Nuestro amor es una mala noticia. No podré parar de llorar sobre ti".

Frente al ciclón Zooey, Matthew Ward actúa de perfil, apenas se acerca al micrófono para cantar media estrofa de Ridin' in my car y pellizca la guitarra con una técnica incisiva, de notas muy mordidas, que puede recordar al maestro británico Richard Thompson. De hecho, el dúo se conoció preparando una versión de Richard & Linda Thompson. Asumámoslo: éstas ya son digresiones melómanas. Ante el magnetismo saltarín de la chica con las rosas blancas en el pelo, sobran los demás argumentos.

She & Him, durante la actuación en la sala Joy Eslava.
She & Him, durante la actuación en la sala Joy Eslava.CLAUDIO ÁLVAREZ

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