Y Las Grecas crearon el rock gitano
Una discográfica independiente madrileña rescata en vinilo las joyas del pop español grabadas entre los años sesenta y los ochenta del siglo pasado
Cuando a Lucas le preguntan en el colegio en qué trabaja su padre, el crío, de siete años, responde, sin balbuceos, con rotunda seguridad: "Papá está con los discos". Efectivamente, papá, Íñigo Pastor, de 42 años, se encuentra ahora mismo (como toda su vida) rodeado de esos artefactos en peligro de extinción que se llaman vinilos. En su oficina de la calle de Espoz y Mina, pegada a la Puerta del Sol, se trabaja desde las ocho de la mañana. Siete de los ocho empleados de Munster Records, la discográfica independiente que preside Íñigo Pastor, son músicos. Cada uno tiene personalizado su lugar de trabajo. Carteles y recortes de los Ramones, Iggy Pop, Elvis Presley... Uno de ellos, sin duda el más friki de la oficina, muestra un pequeño altar dedicado a héroes televisivos como Tamara (la de "no cambié, no cambié") o El Cuñao exhibiendo su único diente. El local está forrado de vinilos, desde el sueño al techo.
"Es una pena que se pierdan trabajos interesantes", dice Íñigo Pastor
Gracias a esta arqueología musical se encuentran joyas olvidadas
De cada álbum se editan 1.000 ejemplares, que cuestan 18 euros
"Escuchas a Los Brincos y entiendes su grandeza", dice el jefe de Munster
Nada más entrar en el desordenado despacho del jefe, Íñigo, la puerta siempre abierta, se ve un vinilo donde una espléndida Lola Flores posa con uno de sus arabescos flamencos. La discográfica es la añeja Belter. La matriarca de los Flores firma el disco con el que fuera su marido, Antonio González, El Pescaílla. Dentro, canciones tan raciales como Isabel del alma mía o Dónde está ese gato. Canelita en rama. "Sí, ese disco es mío. Yo escucho de todo", asegura Íñigo, al que le suponíamos unos gustos más rockanroleros.
Pero vayamos con la última ocurrencia de Munster. Se llama Vinilísssimo (así, con tres eses) y consiste en reeditar, por supuesto en vinilo, los discos clave del pop español, desde los primeros trabajos de Los Brincos y Los Bravos, fechados en los sesenta, hasta principios de los años ochenta. "Es una pena que un montón de trabajos interesantes se pierdan, y los pocos que existen cuesten más de 50 euros. Las compañías multinacionales podrían reeditarlos pero, como no están interesadas, lo hacemos nosotros. La mayoría son espléndidos, la historia del pop español. Y detrás de todos hay una historia cultural y sociológica", dice Íñigo. Cuidado: hay que moverse con celeridad porque de cada álbum sólo se editan 1.000 ejemplares. Y a un precio de 18 euros.
Gracias a esta minuciosa labor de arqueología musical se descubren joyas olvidadas del pop español. Ejemplos: el primer y único álbum del quinteto andaluz Flamenco, pionero en la fusión del rock psicodélico y el flamenco; aquel Gipsy rock de Las Grecas, que desde el barrio de Carabanchel crearon algo que influyó poderosamente en Paco de Lucía y Camarón; Veneno, para muchos el mejor disco del rock español de todos los tiempos, la conjunción de Kiko Veneno y los hermanos Amador; o Ciclos, de Los Canarios, rock progresivo cuando la mayoría se creía que eso era dañino para la salud (¡atención a las fotos de Teddy Bautista, actual jefe de la SGAE, comiendo una manzana en pose hippy!). Los discos se editan con las portadas y las notas originales, además de adjuntar un texto situando musical y sociológicamente el vinilo.
"Intentamos ponernos en contacto con los músicos, pero no es fácil", explica Íñigo. "Con Kiko Veneno sólo llegamos a su hija. Con Las Grecas, sí. Nos visitó Carmela Muñoz
[su hermana Tina, la otra mitad del dúo, falleció en 1995] y se sentó ahí
[y señala una silla de su despacho]. Nos dejó un montón de fotos inéditas de la época y comentó que a ellas lo que más les gustaba era el glam, David Bowie y T-Rex. También nos contó que cuando se editó Gipsy rock, en 1974, existían 40 tiendas de discos en la Gran Vía. Y ahora, mira...". Sus dos lanzamientos más inminentes son los dos primeros trabajos de Los Brincos y Los Bravos. Luego llegará el de Kaka de Luxe y el primero de Leño. "Recuerdo que oíamos a Los Brincos en la radio del coche de mi padre. Los escuchas ahora y entiendes su grandeza. Hay que recordar que son contemporáneos de los Beatles", rememora Íñigo.
Por la tarde tiene que llevar a su hijo Lucas a clases de kárate. "Es que es su primer día", se justifica Íñigo. La familia es más amplia: hace dos meses fue padre por segunda vez. Cuando se marcha, uno de sus empleados más veteranos apunta: "Es la persona más melómana que conozco, con un interés inagotable por descubrir músicas oscuras". Y añade un dato: pasó 15 años hasta que pudo editar un disco de Los Saicos, una banda peruana, considerado el primer grupo punk de la historia.
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