"Algo de peligro sí que tengo"

A la primera cita no pudo acudir porque tenía clase de trapecio. La segunda se canceló por unos premios musicales. A la tercera va la vencida, y Vinila se presenta con chupa de cuero marrón, pelo a lo Marilyn y gafas cincuenteras en el restaurante de comida peruano-japonesa que ha elegido para el almuerzo. Wasabi, tatuajes, circo, rock and roll... Esta mezcla de iconos pop parece salida de la mente inquieta del mismísimo Quentin Tarantino.

Vinila Von Bismark es dj, cantante, bailarina de burlesque entre algunas otras cosas. También es Irene López, nacida hace 23 años en el pueblo granadino de Peligros. "Algo de peligro sí que tengo", bromea, aunque, la verdad, esta joven dulce con suave acento andaluz poco tiene que ver con la femme fatale tatuada que la posee cuando sube a un escenario. ¿Con quién estamos comiendo, pues, con Vinila o con Irene? "Supongo que con ambas", resuelve: "Vinila es quien cumple los sueños de Irene".

La polifacética cantante granadina reivindica el poder de la mujer

Emergió de los más oscuros clubs underground madrileños ("creo que ya he salido de noche todo lo que tenía que salir", dice) con el éxito de la banda Krakovia. Ahora Vinila afronta un nuevo proyecto de corte más clásico en el que, junto con The Lucky Dados (unos locos rockabillys con contrabajo y, ocasionalmente, sección de viento), exploran el rock and roll, el ska, el swing, o el calipso, siempre dándole un toque actual al asunto. "Me salgo del pellejo con estos niños", dice Vinila, "llevan 10 años en esto, sólo con mirarse sacan una canción adelante. Son unos animales escénicos". El disco The Secret Carnival, que aparece el 20 de abril, es el resultado de sus esfuerzos conjuntos.

Mientras el camarero sirve los diferentes platos del menú degustación y ofrece unas amables explicaciones, Vinila se maravilla con las vieiras, "pon que están buenísimas", dice. Oye, ¿y eso del burlesque qué es exactamente? "El máximo exponente de la feminidad de alto voltaje", suelta mientras atrapa una fina loncha de pescado crudo manejando los palillos con arte de asesina, "un baile con carga erótica surgido en la época de la represión victoriana en los music hall. En él se juega con la lencería, la sugerencia y también con la sátira, lo cómico". Tiene una segunda definición, tan poética como la primera: "El espectáculo máximo del poder femenino a través de la carne y el deseo".

A Vinila le gusta probarlo todo (buena muestra de ello es la elección del menú degustación) y demuestra tenacidad. "Cuando se me mete algo entre ceja y ceja voy a por ello, no paro hasta que lo consigo. Aún así necesito alguien que me diga que no se me está yendo la olla, que voy por el camino correcto". Ahora asegura que le gustaría aprender a tocar el ukelele, la armónica y el piano, casi nada. "Yo, cuando me tiro al barro, me tiro al barro", sentencia. La fama alcanzada, la lleva bien: "A veces no me apetece ir a ciertos sitios, pero por lo general me gusta. Al fin y al cabo, esto lo he elegido yo. Además, acepto bien las críticas", explica.

Uno de los últimos platos antes de los postres es la sopa picante de berberechos. El camarero advierte de su picor y aconseja no dejarla en la boca mucho tiempo porque produce tos. Vinila se la toma entera sin pestañear. Luego posa la cuchara y dice: "Esto picaba un poco, ¿no?". Sí, se nota que nació en un pueblo llamado Peligros.