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Columna
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La guerra no ha terminado

Españoles, Franco ha vuelto. La guerra no ha terminado. Una moneda ha sido lanzada al aire. En la cara figura la efigie del juez Garzón. En la cruz, el espíritu del franquismo. Un fantasma que hemos visto estos días sobrevolando el cielo de Valencia y el de todo el horizonte político español.

Para que retiraran la estatua de Franco de la plaza del Ayuntamiento de Valencia tuvieron que pasar ocho largos años desde su muerte. En medio, un golpe de Estado fallido y la llegada al Gobierno de un partido socialista torpe en la retirada del monumento y cobarde con su cesión a los militares. Alfonso Guerra, tan deslenguado como timorato, arbitró la solución vergonzosa de adorar el santo por la peana, entregando figura y pedestal a los milicos. Los antiguos subordinados del generalísimo no dudaron en otorgarle todos los honores, poniéndolo a presidir uno de los claustros del cuartel desde el que se había fraguado el 23-F. Pasaron los años, llegó el PP, volvió el PSOE y con él, el dicharachero José Bono como ministro de Defensa, que pasteleó con el asunto. Hasta hoy, en que tras la aprobación de la Ley de la Memoria Histórica, una mujer, la primera ministra de Defensa de la historia de España -manda huevos que diría Trillo el del Yak-42- ha ordenado sacar al momio como se merece, colgado de un cable y envuelto en un sudario.

¿Permanecerá encerrado bajo siete llaves en el almacén de la historia? No lo parece, a tenor de la obstinación que ponen algunos en demostrar que la guerra no ha terminado. El espíritu de Franco sigue vivo en la judicatura española. Lo hemos visto en el empeño del juez Varela en empapelar a Baltasar Garzón. Lo vemos cada día en resoluciones de juzgados, de tribunales superiores y del mismísimo Supremo. El espíritu de Franco es una adherencia (por decirlo finamente), una pústula incrustada en la mente de la derecha española. La naturalidad y el desparpajo con el que el PP se niega asumir sus responsabilidades en el asunto Gürtel viene de ahí. El pequeño franquismo de cada día sale por donde menos te lo esperas, en las acciones de Falange, sí. Pero también en el desprecio a los derechos humanos de los inmigrantes; en las burlas de Camps al Parlamento y a la prensa; en la censura de Rus a los fotoperiodistas valencianos; en las excavadoras de Derribos Barberá en El Cabanyal; o en la desproporcionada actuación policial.

Una vez más se demuestra que Clausewitz no era un cínico. Para nada. Era un ingenuo. No, la guerra no es la continuación de la política por otros medios: la política es la continuación de la guerra por otras vías. Y aun en el supuesto de que la guerra hubiera terminado, lo que es evidente es que la dichosa transición española aún no ha llegado a fin. No, la guerra aún no ha terminado. La moneda sigue dando vueltas en el aire. De momento, el Barça ha derrotado al Madrid en su casa, veremos qué pasa con Garzón.

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