_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Turistas idiomáticos

No anda tampoco el actual gobierno italiano del teatral Berlusconi con las cuentas claras y la deuda pública saneada. No importa. Se han gastado varios millones de euros en el proyecto, con maqueta incluida, del faraónico puente sobre el estrecho de Mesina, para cuya construcción piensan destinar miles de millones de euros. Tampoco importa. Su ministro de infraestructuras, Altero Matteoli, quien en sus años mozos coqueteó con el neofascismo en el país hermano, lo tiene claro: "Los grandes proyectos son propios de la cultura del centroderecha (...) Eso lo tenemos en el ADN y nos gusta el reto". La enorme deuda pública italiana no representa en el teatro ningún papel, si de lo que se trata es de la "grandezza". Y todos tan contentos y no tan sólo en la patria de Garibaldi y de Verdi.

Porque esa música es por estos lares más conocida que la de Paquito el chocolatero. Son los compases que tararean con frecuencia, aunque no son los únicos, la popular Alcaldesa de Valencia y el Muy Honorable presidente de la Generalitat. Aquí todo está claro y saneado, y sólo los maldicientes y los valencianos escasos de patriotismo aducen aquello de los casi 17.000 millones de euros que el Consell y sus empresas públicas adeudan o los 3.300 por cabeza si nos repartimos las trampas de nuestros administradores entre todos los valencianos. Aunque eso no es nada en Canal 9. Lo que importa es el evento y la grandeza, y también el negocio que, en ocasiones, como en las tierras míticas, resulta ruinoso.

Y como los alicantinos tienen sus grandezas y los valencianos capitalinos sus eventos, los castellonenses agraviados no podíamos ser menos. Y nuestro centro derecha -y lo centro derecha, como en el caso de Altero Matteoli, es una forma de referirnos al conservadurismo más rancio y añejo local- acaba de descubrir su estrecho de Mesina y su puente en forma de La Ciudad de la Lenguas que se ha de construir en los terrenos públicos del hasta ahora aeródromo de la capital de La Plana. Son 80 millones de inversión pública y 135 que se esperan de la privada, para un proyecto sobre terrenos públicos que hace varias décadas cedieron sus propietarios paro uso también público. Una pequeñez, vaya. Son hotel de cinco estrellas con delfinario, y piscinas de agua dulce y salada, y canales artificiales para la navegación con piragua, y edificaciones vanguardistas que asombrarán al mundo, y campo de golf, y cines y restaurantes, y recursos hídricos que se obtendrían -¡Oh milagro y grandeza!- del sufrido y humilde Riu Sec. En los 340.000 metros cuadrados que un día formaban parte del más lindo humedal que hubo en La Plana, pescaremos, en arameo o chino o castellano, esturiones de gran tamaño. Y vendrán, dicen ellos, turistas idiomáticos que se olvidarán, ante tanta grandeza, del Instituto Cervantes, de la Alliance Française, del Goethe Institut, de los Centros Leopardi o del British Council. Amén.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_