Planes para después del clásico
Pellegrini es la última preocupación de Florentino Pérez, centrado en fichar a Cesc y a Silva
En los últimos meses, sobre todo desde el cruce con el Lyon en la Liga de Campeones, los despachos del Bernabéu se han convertido en algo parecido a un hormiguero bajo la lluvia. Los directivos, los estrategas, los ideólogos, y toda la corte de tecnócratas que compone los alrededores del presidente Florentino Pérez, se han agitado de manera directamente proporcional a los avances que hacía el Barça en la otra orilla. En medio de la inquietud, esta semana, se distinguió la figura serena de Florentino, que de tanto autocontrol, a los ojos de alguno de sus ayudantes, hasta pareció pesimista. "El hombre se ha anticipado a todas las situaciones", dice un dirigente, "y no es que sea pesimista. Es que expresa un optimismo prudente".
"No basta con la táctica. Dependemos del rendimiento de cada jugador", dijo
Ante el clásico, el presidente contabiliza tanto la posibilidad del triunfo como la del fracaso. En caso de derrota, está convencido de que la Liga estará perdida. Y que, en cualquier caso, un título sería un premio casi inesperado a estas alturas de la pelea. El Barça es un adversario formidable al que sólo es posible contrarrestar con un plan a largo plazo. "Tenemos un déficit de creación en el medio campo", ha admitido Florentino. Para subsanarlo ya se ha puesto manos a la obra para fichar un lateral zurdo y dos volantes, preferentemente Cesc y Silva.
De Pellegrini se habla poco en los despachos más nobles, como si el técnico fuese un elemento más o menos irrelevante en la estrategia. Durante una época el club evaluó la posibilidad de fichar a Rafa Benítez o a José Mourinho. Se hicieron conjeturas y no hubo un acuerdo, ni interno ni externo: las encuestas entre los socios, como la consulta al oráculo, no resultó favorable. Ante las dudas, por el momento, Florentino Pérez ha llegado a la conclusión de que la ocupación de la caseta es el problema menos acuciante. Así es que Pellegrini, que ha hecho un trabajo correcto en la Liga, puede considerarse razonablemente seguro. La directiva, como el vestuario, no le repudia. Es más: los jugadores están encantados con él.L os chicos consideran que es un placer entrenar a las órdenes de un hombre tan pausado, de efecto tranquilizante, imprescindible en el clima revuelto de Chamartín. Dice Pellegrini, de 56 años, que esto es sólo una fachada, y que por dentro lo carcomen dudas y ansiedades. No dejó entrever ninguna preocupación ayer cuando habló del partido más importante de la temporada. El sol de la primavera le ha devuelto el color a ese rostro que durante los crudos meses del invierno recordó al de Bela Lugosi en algún oscuro papel de Serie B. "Siempre me preguntan lo mismo, pero yo no le tengo miedo a nada", dijo.
El clásico de mañana decidirá buena parte de la Liga y condicionará el proyecto que puso en marcha Florentino Pérez hace 10 meses. Pero a Pellegrini no le preocupa porque ya no puede hacer nada para cambiar su destino. Ya le ha dicho a Albiol, a Sergio, a Arbeloa, a Garay, a Marcelo y a Alonso que defiendan arriba, presionando a Xavi para desactivar al Barça.
Ayer, con la serenidad de un monje chino, el hombre dio a entender que está en manos de sus futbolistas... y de los futbolistas contrarios. "He jugado 11 veces contra el Barcelona desde que estoy en España", concluyó. "No basta con conocer al rival ni con hacer un planteamiento táctico. Dependemos del rendimiento individual de cada jugador. Una cosa son los partidos en la pizarra y otra el rendimiento en el campo".
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