"Las salas de reserva son la vida del MNAC"
"El público ve habitualmente las salas de reserva como sótanos sucios y mal iluminados en los que se conservan obras de poca calidad". Cristina Mendoza, subdirectora del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), lo niega mientras recorre parte de los 2.600 metros cuadrados que este museo destina a guardar las obras que no expone. "Las salas de reserva son el espacio central de la vida del museo, donde no sólo se custodian las obras, sino donde se documentan, se estudian y se restauran", asegura.
Tres enormes Jesucristos crucificados reciben, desde las alturas, al visitante en la primera sala del recorrido, donde se conservan las obras de gran formato; todas identificadas y colocadas en el interior de un armario compacto, tan alto como un bloque de dos pisos. Obras de Modest Urgell, Francesc Pla El Vigatà y decenas de tablas góticas comparten espacio con la pintura mural de un ábside procedente del segundo arranque de Santa Maria de Taüll, que se realizó en la década de 1970.
Es sólo el aperitivo de lo que verá el visitante más adelante. En la segunda sala, junto a más tablas románicas y góticas, bustos y tallas envueltos en melinex -un papel que repele el polvo- destacan las puertas del monasterio románico aragonés de Sixena, que conservan la policromía original.
La visita -que costará cinco euros e incluye la entrada al museo- continúa por espacios tan poco conocidos como el muelle de descarga, las galerías subterráneas de instalaciones de aire acondicionado y los talleres de restauración.
Al final del recorrido, entre miles de obras creadas en piedra o mármol, como dos bustos de Francisco Franco, sorprende ver el original de El Desconsol, la escultura de Josep Llimona que estuvo en el parque de la Ciutadella hasta finales de la década de 1980.
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