Por favor, no regale un palacio
La televisión, al final, es un espejo de la realidad. Y en otro signo de los tiempos difíciles por los que atraviesan millones de familias en EE UU, los productores de la cadena ABC acaban de decidir dar un buen enjuague al programa de telerrealidad que presenta el diseñador de interiores Ty Pennington, el popular programa de televisión Extreme makeover: home edition.
Pennington, con una armada de voluntarios por delante, sale en cada episodio al rescate de una familia en apuros y con una historia de esas que desgarran el corazón. En sólo 100 horas, mientras están de vacaciones, transforman en secreto sus viviendas en mansiones. Las obras se financiaban con donaciones y gracias a la generosidad de constructores que ven el filón publicitario.
Drama en estado puro, como mandan los cánones del género, que fue creciendo con las lágrimas de 9,4 millones de espectadores. Pero la vida real se acaba de imponer a la que sale por la pantalla. Muchas de esas familias se encuentran con que no pueden soportar los costes de mantenimiento de sus hogares, los impuestos ni las hipotecas.
Lo que no ruedan las cámaras es que las casas les quedan grandes. O que el golpe de la recesión no ha hecho más que agravar las cosas. Varias de esas viviendas convertidas en castillos han sido o están siendo desahuciadas, porque sus dueños hipotecaron el espacio extra para hacerse con efectivo.
Son esas mismas casas a punto de ser tomadas por los bancos las que ahora utilizan otros programas televisivos como anzuelo para presentar la otra cara de la moneda: la de los cazadores de gangas que protagonizan potenciales compradores como los que salen en la serie My first place, que emite cada semana la cadena HGTV.
Tras siete temporadas en antena, en los que el equipo encabezado por el siempre tierno Pennington ayudó a 170 familias, los productores de Extreme makeover se dieron cuenta de que el programa se les escapó de las manos y ahora buscan seguir una nueva estrategia, sometiéndolo a un cambio de imagen para no pecar de ostentosos en una época de necesidad.
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