¿Dónde han ido todas las flores?
El pueblo intenta recuperar el auge que tuvo en los noventa como lugar de reunión de los 'cachorros' del PP
Hubo un tiempo en el que lo más granado de las Nuevas Generaciones del Partido Popular se relajaba los fines de semana en Becerril. Empresarios, políticos y altos funcionarios afines al partido estiraban los pies sentados al borde de la piscina en un hotel a la entrada del municipio y charlaban sobre política y el Real Madrid en medio de los días azules de la sierra, rodeados de montes de granito.
Jugaban al pádel, comían. Eran finales de los noventa, cuando el poder del PP estaba en su apogeo. Por allí desfilaron Jorge Moragas, Lucía Figar, Güemes... Todos jóvenes admiradores de Aznar que han encontrado su sitio en la política nacional o en la regional. También rondaron Becerril invitados que hoy serían tachados de non gratos, pero que tuvieron plato y cubierto en los encuentros de los alegres cachorros: Francisco Correa, Jacobo Gordon, López Viejo... La fiesta duró hasta que en 2002 el gran animador, Alejandro Agag, se casó con Ana Aznar, la hija del jefe, y abandonó España. Entonces Becerril desapareció del mapa para la opinión pública.
El paro subió en marzo un 5,71%, más que en el resto de la comarca
Conchita, la propietaria del hotel Las Gacelas, donde se reunía el clan de Becerril, chilla nada más oír hablar del grupo: "Fueron unos clientes más. También tenemos banquetes de boda y reuniones de los sindicatos. Las cosas siguen como siempre después de ellos". Luego se lo piensa y añade que ojalá fueran como siempre. La crisis ha sido dura con una localidad que intenta abandonar la construcción y entregarse al turismo rural, pero que sufre para encontrar su camino. El paro subió en marzo por encima de lo que lo hizo en el resto de la comarca, un 5,71 %.
Becerril se encuentra a los pies del pico de la Maliciosa, de 2.227 metros, en Guadarrama. A la entrada del pueblo, un monolito de granito avisa ya de cuál va a ser el material imperante. Granito en los muros, granito en los empedrados. Las lápidas del cementerio son de granito, los bancos de la calle también. Los árboles lo parecen, pétreos y desnudos contra el brillante cielo de la sierra. En el mismo material están erigidas la iglesia de San Andrés Apóstol, del siglo XVI, y, con forma de velas desplegadas al viento, la de Nuestra Señora del Valle, diseñada ya en el XX por un arquitecto-fraile portugués. En los descampados el granito brota de la tierra como hortalizas.
La etimología es rotunda en que Becerril nació del pastoreo. Sus primeros habitantes fueron pastores que se alejaron del castillo de Manzanares el Real buscando prados. Luego explotaron los yacimientos de piedra. Los carreteros comenzaron a recorrer el camino hacia Madrid cargados de cascos con los que levantar el esplendor de la capital.
La vida no era sencilla. Cada noche las mujeres calentaban la pelliza de los hombres antes de que salieran a trabajar a las canteras. La concejal de Servicios Sociales y Cultura, Matilde Pontón, recuerda que su suegra aún lo hacía. Matilde, de 63 años, ha visto cambiar mucho el pueblo desde la época en la que lo surcaban las caceras, zanjas en las calles principales por las que bajaba el agua.
El pueblo alcanzó esta última década los 5.000 habitantes, una cifra que se cuadriplica en vacaciones. Los años noventa y el inicio del siglo XXI trajeron una prosperidad inaudita: llegaron los cachorros del PP, también los chalés y la demanda de constructores y trabajadores. Pero nada dura eternamente. Lo pensó Pete Seeger mientras viajaba hacia un concierto en Ohio en 1955. Entonces compuso una canción que se preguntaba: ¿Adónde han ido a parar todas las flores que nos hicieron disfrutar?
Pero Becerril no quiere que los buenos tiempos se esfumen, y para eso necesita que los parajes de la Maliciosa, cuya belleza ya descubrió Velázquez -retrató a sus pies al príncipe Baltasar Carlos a caballo- se conviertan en uno de los pulmones favoritos de Madrid. Busca fórmulas basadas en los parajes naturales y la cercanía de embalses. En su ventaja juega que, pese a la expansión urbanística y los jóvenes que pasean con chalecos de rugby y deportivos por las urbanizaciones, el pueblo nunca perdió su ADN ganadero ni su relación con la montaña. En las afueras se pueden observar vacas de un lado y otro de la calzada. Y el camino del autobús 691, que une el pueblo con Madrid, aparece trufado de avisos de precaución por el cruce de vacuno.
Becerril no ha olvidado la mitología de la montaña, ni cómo hace ya incontables años la ladera de la Maliciosa se dividió en partes. Cada vecino tenía la suya e iba allí a recoger leña para la lumbre. Hoy necesita encontrar una nueva fórmula mágica para que las flores sigan creciendo.
Apuntes de viaje
- El autobús 691 sale cada hora de Moncloa hacia Becerril, a unos 50 kilómetros de Madrid.
- En el pueblo destacan tres fuentes de piedra: la de la Bola, la del Caño y la de los Cielos.
- La iglesia de San Andrés Apóstol es un ejemplo de barroco rural.
- Desde el Mirador del Alto del Hilo se contemplan los embalses de Navacerrada y de la Maliciosa.
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