El enemigo más íntimo
El cuerpo técnico del Atlético se enfrenta "sin compasión" a su pasado valencianista
Enfrentado con sus sentimientos más profundos, con sus primeros pasos en el fútbol, el cuerpo técnico del Atlético se juega su continuidad en Europa, seguir rizando el rizo camino de la final de Hamburgo, frente a su enemigo más íntimo. Quique Flores, su segundo Fran Escribá, el entrenador de porteros, Emilio Álvarez y Miguel Peiró, preparador físico junto a Jordi García. Todos pasaron por el Valencia. Algunos jugaron en el primer equipo, otros no pasaron de las categorías inferiores, los demás se limitaron a la parcela técnica. "La competición hace posible que a veces coincidan en el terreno de juego tu pasado y tu presente. Es como mirarte en el espejo", resume Quique.
Madrileño de nacimiento y valencianista de adopción, los veranos en Marbella, sol y playa con las familias de Di Stéfano y Santamaría, marcaron para siempre a Quique Flores. "Y tanto que lo hicieron, era un chaval y me crié en un ambiente marcado por la copla y por el fútbol. Alfredo era compañero de mi padre Isidro en el Madrid y por ahí terminó siendo mi padrino. Y algo más: mi referente de chico. Hizo que me enamorara del Valencia", recuerda el entrenador rojiblanco. Con seis años, el ahijado quedó encandilado por la Liga que el Valencia de Di Stéfano ganó en la última jornada de 1971, pese a perder en Sarrià, gracias al empate entre Atlético y Barcelona en el Calderón. "Así, con una oreja en la radio, descubrí las primeras sensaciones que puede transmitir el fútbol", cuenta Quique. Su pasión la alimentó don Alfredo con un surtido de balones y camisetas firmadas por iconos como Claramunt, Sol, Vidagany... Una parafernalia que terminó atrayendo al proyecto de futbolista al antiguo Mestalla. Corría 1984 y el lateral derecho cambió el Pegaso de Tres Cantos por su equipo, en la época de austeridad que marcó las presidencias de Vicente Tormo y Arturo Tuzón. Permaneció allí 10 temporadas, antes de irse a ganar una Liga con el Madrid y retirarse en el Zaragoza.
"Ahora son más peligrosos que cuando lo dirigimos, pero más débiles en defensa"
"En ese sentido, yo no llegué tan arriba, me crié siete años en la escuela del Valencia y tras trabajar tres años en ella, justo cuando iba a ser el coordinador de la cantera, surgió lo del Getafe y me fui con Quique", relata Escribá. Marcado por Valdez, un extremo argentino cuando las camisetas todavía no llevaban nombre, y por Kempes, "una locura" que marcó su generación, la mano derecha del técnico del Atlético compara el Valencia actual con el que trabajaron desde julio de 2005 hasta su destitución en octubre de 2007: "Ofensivamente es más peligroso que el nuestro, pero en contrapartida es más débil en el apartado defensivo".
"Fueron las dos temporadas más intensas de mi carrera, vivimos muchas turbulencias que se originaban dentro del propio club y que te hacían vivir al día, en medio de una tensión extrema, lo que, viendo el lado positivo, fortaleció nuestra capacidad de abstracción", interviene Álvarez, al que Quique reclamó -ya lo intentó en el Getafe- tras coincidir en el equipo responsable de los cachorros del Madrid. El encargado de pulir y sacar brillo a De Gea y Asenjo entiende que el cuadro de Emery es "irreconocible" respecto a la plantilla que él conoció. "Han tenido un salto cualitativo gracias a su plantel de individualidades, pero en nuestra época todavía era ese Valencia que, si se adelantaba, era imposible adelantarle. Esa era la sensación que dejaba", asiente el especialista en porteros, que por encima de los malos momentos se llevó un recuerdo "imborrable": entrenar a Cañizares. "El feedback fue recíproco".
Aunque Quique Flores y su equipo de trabajo devolvieron al Valencia a la Champions, el magma social -con Juan Soler agitando a los socios desde la presidencia y Amedeo Carboni, el director deportivo, atizando el fuego contra el cuerpo técnico, al que no perdonó haberle relegado al banquillo la temporada de su retiro- desembocó en su despido. Les seguirían otros tres técnicos esa temporada: Óscar Fernández, Ronald Koeman y Salvador González, Voro. El Valencia acabaría el curso 10º en la Liga, en tierra de nadie, aunque con la Copa del Rey.
"Así es el Valencia, estuve 11 años en esa casa, desde la campaña 1990-91 a la de 2001-02", apostilla Peiró, que vio pasar a Carlos Parreira, Luis Aragonés, Jorge Valdano, que recuerda cómo Guus Hiddink organizó "un grupo de élite" en el fútbol base, su territorio, donde se dio "el lujazo" de ver crecer a Albelda, Palop, Farinós, Javi Navarro...
Claudio Ranieri le subió al primer equipo en 1999 -"fue una paliza, empezamos el 25 de junio la pretemporada y la terminamos el 29 de junio siguiente ganando al Atlético en la final de Copa en la Cartuja, con la curiosidad de que Ranieri ya había firmado entonces con Jesús Gil para irse al Manzanares"- y con Héctor Cúper perdió dos finales de Champions. "Con el Madrid pagamos la novatada en París, el equipo salió con una ansiedad tremenda. ¿Con el Bayern? No tengo palabras...", concluye el preparador físico.
Esta noche, como Emilio, como Quique, como Fran, seguirá al Valencia desde la trinchera de enfrente. "Sin compasión", dicen todos.
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