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Diez días para un concierto

Las 'fans' de Tokio Hotel, apostadas en Semana Santa en la puerta del Palacio de los Deportes para lograr la primera fila

A la una de la tarde, las amistades forjadas en 10 días se ponen a prueba. Es el tiempo que un grupo de fans de Tokio Hotel ha estado en la puerta principal del Palacio de los Deportes para verles en primera fila. Han dormido a la intemperie y han organizado la llegada de otros fans para que nadie se colara. Todo por ver a sus ídolos. Anoche actuaban en su primer concierto en solitario en Madrid.

Cinco horas antes, las adolescentes gritan. Ni siquiera han abierto las puertas del pabellón (lo harán a las 19.30), la policía municipal trata de organizarlas para que luego entren ordenadamente. Se mezclan lágrimas, nervios, cansancio y churretes en sus caras. Para muchas es su primer concierto. "El problema es que nos habían dicho que habría tres puertas de acceso. Al final habrá cuatro y se quieren colar los que acaban de llegar", explica Yolanda, que luce orgullosa su pulsera con el número seis (significa que fue la sexta en llegar). Han sido muchos días de espera. ¿Y las clases? "Era Semana Santa, no había", contesta con una media sonrisa.

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La expectativa de la empresa organizadora, Planet Events, es de 6.800 asistentes. La capacidad del Palacio es casi del doble: 13.000 personas. En las puertas se agolpan en torno a 300. Diez chicas tratan de organizar la marabunta. Fátima, de 15 años, se sube a los hombros de un chico y grita: "¡Si no nos organizamos van a suspender el concierto! ¡Los que no tengan número, para atrás!". No tiene éxito. "¡Los caraduras de Barcelona se quieren colar!", advierte otra que acaba de salir de la masa entre lágrimas. Se refiere a un grupo que viene de ver a Tokio Hotel la noche anterior en Barcelona. En su defensa, los barceloneses alegan que no hubieran podido llegar antes.

Las organizadoras pintaron con rotuladores en las manos de las que iban llegando su puesto en la fila, incluso hicieron brazaletes para identificarlos. Hasta 298 la misma mañana del show. Una chica de Las Palmas se queja a un policía municipal, que se encoge de hombros y responde: "Esto pasa en todos los conciertos". "¡Es injusto!", dice ella. "No es injusto, es ilógico que hagáis esto", le responde el agente.

Algunos padres revolotean alrededor. Uno de ellos alarga una bolsa de patatas a una joven que acaba de sufrir un desvanecimiento: "Que coma algo, por favor". Otra madre tira del brazo de su hija, que gimotea, delante de un agente: "Lleva tres noches durmiendo aquí y ahora la han echado". Otros se limitan a recoger el campamento de las chicas. Muchos ni siquiera irán al concierto.

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Al final del barullo esperan Verónica, de 15 años, Tania, de 16, y Yaiza, 17. Para la mayor, es el segundo concierto. En el primero, en Barcelona, le dio un ataque de ansiedad. Compraron sus entradas en octubre y llevan en la cola desde las siete de la mañana. Más allá, un barrendero se queja: "Llevo aquí 10 minutos y ya me he hinchado de quitar mierda". A la vuelta de la esquina, un grupo de chicas espera desde la mañana en la puerta de la calle de Goya. Noelia y Claudia, de 15 años, vienen de Dénia. Es su primera vez, pero esperan verlos en primera fila.

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