¡Qué lejos queda todo!
"La tragedia griega se acaba con los griegos", sentenció un amigo tras el estreno del montaje que nos ocupa. Y no le falta razón, visto lo visto en esta Electra y en la que se estrenó hace un par de semanas en el nuevo teatro Akademia. Las razones de Electra nos quedan lejos y resultan difíciles de compartir hoy. Sus ansias por vengar la muerte de su padre, Agamenón, asesinado a manos de su madre, Clitemnestra, y del amante de esta, no son tan poderosas, creo, como las de la propia Clitemnestra, pues fue Agamenón quien sacrificó a una hija de ambos, Ifigenia, para salir airoso de la guerra de Troya. El enfrentamiento entre las leyes de los hombres y las de la sangre nos son ajenas y hoy un padre es mucho, pero un hijo lo es más. Así es que, cuando Electra pregunta a su madre si era necesario asesinar a Agamenón por lo de Ifigenia, entran ganas de hacerle la misma pregunta a Electra: ¿es necesario que te cargues a tu madre?
ELECTRA
De Sófocles. Adaptación: Jeroni Rubió i Rodon. Dirección: Oriol Broggi. Intérpretes: Clara Segura, Borja Espinosa, Mercè Anglès, Anna Güell, Mar Ulldemolins, Marc Serra. Teatre Nacional de Catalunya, Barcelona, 18 de marzo.
Vano intento
Pero Electra es terca, está obcecada y nada la detiene. Es toda acción, que reprime hasta bien entrado el inicio de la pieza de Sófocles, en este caso. Y es la actriz Clara Segura, que ya había encarnado a otra heroína griega, Antígona (Biblioteca de Catalunya, 2006), a las órdenes de Oriol Broggi, quien se encarga de defenderla. Resulta inevitable comparar ambos montajes, más aún cuando esperábamos que la magia, el vigor y la emoción que se dieron en la biblioteca se dieran también en la Sala Petita del TNC, habilitada para crear un espacio escénico equivalente. Pero no ha sido así. Aunque la adaptación lleva la misma firma, Jeroni Rubió i Rodon, y suena bien, sobre las losas del escenario la tragedia discurre sin emoción, a excepción del encuentro entre Electra y Orestes (Borja Espinosa). El resto busca una intensidad que, a menudo, se queda en pompa y artificio. O gritos. Hay música en directo a cargo de Marc Serra. Pero sus acordes, me alejaron más aún de la Grecia clásica para llevarme al París, Texas de Wenders. Hay una canción que parece africana y una escultura que representa a Apolo, pero que nos remite a Giacometti. Como colofón los intérpretes esbozan unos pasos de danza contemporánea antes del saludo de rigor. Vanos intentos por acercarnos una tragedia sin una implicación clara por parte del director.
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