Juega Sneijder, define Milito
El Inter, de fútbol plomizo aunque efectivo, tira del ariete argentino para doblegar a un CSKA resultón, pero poco incisivo
El Inter tiene un tesoro en Diego Milito, que necesita media oportunidad para sellar un gol, para decidir un partido. Lo padeció el CSKA, despreocupado en la ofensiva y sensacional al echar el cierre, pero indefenso ante la conexión de Sneijder -siempre pendiente de las diagonales y con visión angular- con Milito.
Mourinho ha perdido la prudencia como en su primera etapa con el Chelsea, cuando el equipo blue gobernaba los duelos, jugaba en campo contrario y arremetía con fiereza sin atender al retrovisor. El Inter tiene gazuza, impulsado por la locuacidad de Mou y los fructíferos resultados. Por eso ante el CSKA actuaron de inicio tres delanteros centros -Eto'o y Pandev, por los costados; Diego Milito, en la punta del ataque-, tres puñales que enfocan el marco contrario sin pudor, resueltos como pocos al definir. Pero ninguno de los tres mezcla ni traslada la pelota a las posiciones avanzadas, por lo que Sneijder, que actuó como único enlace, absorbió toda la responsabilidad en la construcción. Uno contra todos, tarea casi imposible.
INTER 1 - CSKA MOSCÚ 0
Inter: Julio César; Maicon, Materazzi, Samuel, Zanetti; Stankovic, Cambiasso; Eto'o, Sneijder, Pandev (Mariga, m. 90); y Diego Milito. No utilizados: Toldo; Córdoba, Chivu, Muntari, Quaresma y Arnautovic.
CSKA de Moscú: Akinfeev; A. Berezutski, V. Berezutski, Ignashevich, Schennikov; Semberas, Aldonin (Rahimic, m. 75); Krasic, Honda (Dzagoev, m. 69), Mamaev (Mark González, m. 72); y Necid. No utilizados: Chapchugov; Nababkin, Odiah y Guilherme.
Árbitro: Howard Webb (Ing.). Amonestó a Materazzi, Krasic y Aldonin.
Gol: 1-0. M. 64. Diego Milito conecta un disparo raso y cruzado desde fuera del área.
San Siro: unos 70.000 espectadores.
El medio holandés escarbó con éxito entre el mar de piernas y la escasez de huecos
Mourinho ha perdido la prudencia y alineó de inicio a tres delanteros centros
Sin azorarse, el CSKA destiló dosis de fe en su fútbol, escudado en el soberbio meta Akinfeev, bien arrebujado atrás y sin tirria a estirarse en el ataque. Mantuvo las dos líneas defensivas retrasadas, tan apretujadas como acompasadas, sin insinuar flaquezas, atentas al corte en los pasillos interiores y seguras en la anticipación. Un biombo que, por momentos, pareció infranqueable para el Inter, escaso en los recursos ofensivos porque saturar el campo de delanteros no es sinónimo de procurarse oportunidades o celebrar goles. Pero Milito no atiende a defensas abigarradas, sino a porterías anchas.
En el ataque no resultó tan comedido el conjunto ruso, un tanto desnudo porque Slutski no dio cabida de inicio a Mark González, la velocidad y la verticalidad en el ala izquierda, ni a Dzagoev, el toque y el desequilibrio. Pero apareció Krasic, individualista y descarado en el uno contra uno, que por el carril derecho desató la ofensiva, casi siempre con cinco hombres. Honda combinaba por el medio, Mamaev daba profundidad por la izquierda, Aldonin llegaba desde la segunda línea y Necid batallaba por recoger algún balón, por apuntalar el fútbol colectivo. El ritmo, en cualquier caso, era flemático, falto de puñetería. Así que todo se resumió en dos disparos ingenuos de Aldonin, fáciles para Julio César. Recuperó, sin embargo, el brío el CSKA en la transición ataque-defensa, en la que realizaba con eficiencia el efecto acordeón, artimaña que a punto estuvo de desactivar al Inter. Sneijder se topó con un páramo árido, pero se las ingenió para escarbar y encontrar la rendija.
La salida de la pelota del Inter era nula, con Materazzi, Samuel y Zanetti, de pies torcidos, que no superan líneas de presión con pases, sino que lanzan piedras al tuntún. Por lo que se le exigió la conducción por el ala derecha a Maicon, fibroso y potente, ignición pura. En alguna salió airoso, pero se perdió en el siguiente pase. Resulta que Cambiasso y Stankovic no estaban para la faena arquitectónica, imbuidos en la contención, dedicados por completo a desbravar las posibles acometidas del cuadro ruso. Sin su ayuda en la elaboración, el Inter pareció quedarse sin ideas. Entre otras razones, porque Eto'o y Pandev no se resistieron a sus instintos de arietes y tendieron hacia el centro para formar un embudo, una obstrucción tremenda.
Hasta que se presentó Sneijder, reacio a darse por vencido ante el mar de piernas que tenía enfrente, ante la escasez de huecos. El holandés se siente importante en Italia porque no compite con nadie por el puesto, porque no hay compañero que le discuta el balón o la iniciativa. A Mourinho le sobra músculo y le falta pase, como descubrió ante el Barça en la liguilla. Pero Sneijder se bastó anoche para desmantelar al contrario. Recogió el cuero en la medular, lo condujo con la cabeza alta y leyó el movimiento de Milito. El delantero, con oficio, lo recibió, lo amoldó el cuero y lo lanzó raso, cruzado y lejos de Akinfeev. Gol y espoleta para el Inter, que se animó en las ofensivas sin preocuparse por sus espaldas. Incluso Cambiasso pisó el área. Lo notó el equipo neroazzurro, que asustó con dos disparos malintencionados de Milito, un remate de Sneijder, un latigazo de Stankovic y un chut de Pandev.
Akinfeev no dobló los guantes y otorgó un rayo de esperanza al CSKA. Hasta que se rebelen Sneijder y Milito.
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