La Liga se convierte en la llave de la política italiana
El partido de ultraderecha triplica sus votos y refuerza su posición como aliado del Gobierno de Berlusconi
Los resultados definitivos de las elecciones regionales italianas confirman el estancamiento de los grandes partidos nacionales y el histórico avance de la Liga Norte. El partido más eficaz y mejor implantado del país, viejo aliado de Silvio Berlusconi, casi triplica sus votos de hace cinco años y obtiene un 12,8% a escala nacional. El mensaje visceral y concreto de Umberto Bossi, la abstención más alta de la historia republicana y la leve mejoría del centro-izquierda, que se limita a salvar siete regiones de las 11 que gobernaba, permiten a Berlusconi no abonar el habitual peaje de mitad de mandato, arrebatando cuatro joyas a los "comunistas": Piamonte, Lacio, Calabria y Campania.
Bossi, líder de la formación padana, ya ha reclamado la alcaldía de Milán
La marcha triunfal padana ofrece solidez y raíces al líquido partido de Berlusconi, que pese a la sensación de triunfo pierde cuatro puntos respecto a las europeas de 2009, y convierte a Bossi en motor y llave de la política nacional. Ser rehén de la Liga, un partido contradictorio, regionalista, reformador, xenófobo y racista hacia el sur, ofrece riesgos y ventajas evidentes. Pero la factura promete ser cara. Las huestes de Bossi, presentándose sólo en el centro-norte, consiguen casi la mitad de los votos que logra el Partido de la Libertad (PDL) de Silvio Berlusconi en todo el país: 2,7 millones.
A primera vista, el giro a la extrema derecha del electorado conservador parece indiscutible. El norte que produce y genera riqueza exige mano dura contra la inmigración, y sobre todo un nuevo reparto federal de la fiscalidad. Tanto pago, tanto recibo. La cuenta la pagará el sur, abandonado en manos de las mafias por un centro-izquierda incapaz de apostar a fondo por la legalidad, salvo en Apulia, donde el gobernador Nichi Vendola sale reforzado como única izquierda digna de tal denominación.
La primera consecuencia de las elecciones es que, en los tres años de legislatura que restan, la Liga impondrá su agenda y su modelo de (des)cohesión territorial. Gianfranco Fini, el aliado moderado de Berlusconi, contará cada vez menos ante los eslóganes del panzer padano, su opuesto intelectual. Propuestas como la ciudadanía en cinco años para los extranjeros pasarán a la historia. Habrá, eso sí, aulas separadas para inmigrantes, entre otras medidas...
La Liga ofrece gestión directa y razones de peso: con el vilipendiado Partido Democrático (centro-izquierda), es la única formación que mejora sus números: rompe su techo histórico, alcanza picos del 40% en Véneto y Lombardía y se anota una victoria inédita en Piamonte con un candidato joven y de talante mediocre como Roberto Cota, duplicando su porcentaje hasta el 16%. Además, vuela en Lombardía desde el 15% al 27%; en Liguria obtiene un 10% y en regiones rojas como Emilia Romaña triplica sus votos hasta el 14%; en Las Marcas y Toscana roza el 6%, y baja ya hasta Umbría, donde supera a los democristianos de la UDC. Bossi ha empezado pronto a pedir, y a lo grande: ayer reclamó la alcaldía de Milán. El PDL ha declinado entregársela. Pero si insiste...
Paradójicamente, el plebiscito que planteó Silvio Berlusconi a los votantes acabó esta vez en fraude personal del primer ministro. Pese al triunfalismo de los medios conservadores, el suyo propio, y el derrotismo de los progresistas, Il Cavaliere se quedó muy lejos de arrebatar a las masas. No se hunde como el presidente francés, Nicolas Sarkozy, desde luego, pero apenas logra 100.000 votos más que los "comunistas": 5,9 millones contra 5,8. Respecto a las últimas elecciones, Berlusconi pierde fuelle evidente: cuatro puntos respecto a las europeas de 2009, y casi nueve sobre las generales de 2008. Incluso si se compara con su desastre de hace cinco años, sale peor parado.
El primer ministro interpretó el resultado como "un premio al Gobierno y una victoria del amor". Mientras lo decía, su ministro Renato Brunetta perdía la alcaldía de Venecia ante el candidato de centro-izquierda y culpaba a la Liga: "Cuando votan a sus candidatos no dudan; si votan a la coalición, tienen problemas". Otro ministro, Raffaele Fitto, dimitió de su cargo tras la derrota de su candidato en la Apulia.
Una lectura atenta de los datos deja otras señales de admonición a Berlusconi. El norte está dispuesto a dejarle por la Liga en cuanto se descuide. Y el gran vencedor de la jornada no es él, ni siquiera Bossi, sino la desafección, el hartazgo, la resignación y la antipolítica: la abstención crece ocho puntos respecto a hace cinco años, y el 63,6% de participación es la cifra más baja desde que nació la República italiana, en 1946. Unos 14 millones de personas se quedaron en casa, y uno de cada tres prefirió no mojarse. Visto desde su lado: si la democracia da signos de asfixia, significa que el proyecto acultural, mediático y autoritario va cuajando. Cuanto peor, mejor.
Lo recordó ayer el presidente de la República, Giorgio Napolitano: "La distancia de los ciudadanos respecto a la política, que se ha reflejado en la baja afluencia a las urnas, debe ser superada con un proceso de reformas respetuoso de los valores de la solidaridad y los equilibrios constitucionales".
La abstención golpeó a todos los partidos nacionales, pero hace más daño al PD, no sólo porque la renuncia al voto tiene casi siempre ese efecto (de hecho crece más en las regiones rojas), sino porque en el norte la competencia con la Liga moviliza al electorado del PDL. El líder del centro-izquierda, Pierluigi Bersani, resumió esa sensación de esta forma: "En el norte se desahogan así: si quieren castigar a Berlusconi, votan a Bossi".
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