El tiempo apremia

En menos de dos años el escenario ha cambiado radicalmente. Antes del estallido de la crisis, la radiografía de las cajas de ahorro gallegas mostraba una imagen claramente positiva: dos entidades entre las 15 más grandes de España, con ratios de eficiencia y solvencia por encima de la media, y gestoras de más del 40% del negocio financiero en la comunidad. Además, eran y son clave para evitar la exclusión financiera de los habitantes de las zonas rurales, desarrollan una muy intensa obra social en áreas coincidentes con las competencias autonómicas y, sobre todo, mantienen relaciones muy estrechas con el tejido productivo, a través de participaciones en capital y la propia política crediticia. Las cajas proporcionan músculo financiero al desarrollo socioeconómico del territorio, y la sociedad gallega percibe positivamente su labor, como lo demuestran los estudios demoscópicos disponibles.

Pero la recesión llegó y puso en evidencia los excesos cometidos, sobre todo en operaciones inmobiliarias. Las cajas gallegas han evitado por ahora los números rojos, aunque es previsible que aparezcan en breve y se mantengan durante muchos trimestres, si nada cambia. La necesidad de recapitalización no es tan acusada como en muchas otras cajas españolas, pero existe. El tirón del Xacobeo en 2010 permite imaginar un crecimiento positivo para Galicia, si bien por debajo del 1% e insuficiente para crear un oasis de prosperidad económica. En definitiva, el acceso al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) y la participación en procesos de concentración parecen inevitables.

En este contexto, se percibe un amplio consenso en Galicia sobre la conveniencia de seguir contando con una entidad gallega solvente, que garantice lo apuntado más arriba y que integre de forma equilibrada el norte (Caixa Galicia y A Coruña) y el sur (Caixanova y Vigo), evitando los sentimientos de agravio y los conflictos de tintes localistas.

Galicia es una comunidad autónoma de tamaño económico y demográfico mediano, y la más grande del noroeste peninsular; capaz de convertirse en líder de proyectos interterritoriales. La Xunta ha hecho propio este objetivo y ha intentado por vías alternativas, más o menos agresivas, animar un proceso de fusión interna. Sin embargo, ha habido que esperar casi un año para que las cajas de ahorro acepten hablar oficialmente sobre ello. Queda mucho, de hecho todo, por discutir y acordar. Y es verdad que ambas parecen manejar un plan B, mejor perfilado en el caso de Caixa Galicia (fusión con Caja Madrid), que Caixanova: la fórmula del Sistema Institucional de Protección (SIP) con socios pendientes de concretar. Además, el tiempo apremia y el Banco de España aprieta. Puede acabar pasando cualquier cosa.

Santiago Lago Peñas es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Vigo.