Una deuda mal pagada
El mundo del fútbol coincidirá seguramente en que Johan Cruyff es al Barcelona lo mismo que Alfredo Di Stéfano al Madrid o Bobby Charlton al Manchester United y Franz Beckenbauer al Bayern Múnich. Equiparar institucionalmente la figura de Cruyff a las de Di Stéfano, Charlton y Beckenbauer no sólo parece una decisión consecuente, sino que se puede interpretar como una normalización deportiva. Incluso se podría tomar como una manera de reparar un descuido histórico con el jugador y entrenador que permitió que el Barça tuviera un relato deportivo extraordinario que añadir a la épica construida a partir del més que un club.
La crónica que publicó el New York Times tras el 0-5 al Madrid en el Bernabéu aseguraba que Cruyff había hecho más por Cataluña en una noche que los políticos en varios años. Puede que como jugador azulgrana viviera de las rentas de esa goleada. Sin embargo, se superaría como entrenador con la conquista de cuatro Ligas consecutivas y la primera Copa de Europa y, sobre todo, con la implantación de un estilo de juego que hoy causa admiración mundial. El Barça ha ganado nueve Ligas y tres Copas de Europa desde 1988, el año en que Cruyff llegó al banquillo del Camp Nou, mientras que el Madrid totaliza ocho y tres, o sea un título menos.
Laporta opta por dejar a Cruyff como su legado y no como patrimonio barcelonista
Para la entidad es "un rango protocolario sin implicación en el día a día"
Así que a la mayoría de los aficionados al fútbol les parecerá más que razonable entronizar a Cruyff. A todos menos a los propios barcelonistas, que nuevamente aparecen divididos por la decisión de la junta. El consejo, ciertamente, ha actuado de modo extemporáneo, hasta el punto de convertir un nombramiento que tiene mucho sentido en un acto electoralista, sobre todo porque quedan menos de tres meses para los comicios y Joan Laporta lleva siete años en el cargo, tiempo de sobra para haber tomado con anterioridad una medida de tal calado, acorde, al fin y al cabo, con su filosofía y proceder, con su ADN barcelonista. A los socios no se les escapará un detalle trascendente para que recelen una vez más de su presidente: Laporta, cruyffista radical, no puede ver ni en pintura a Sandro Rosell, máximo favorito para sucederle y, al mismo tiempo, enfrentado a Cruyff desde su salida del Barça.
Laporta ha dejado de actuar desde hace tiempo como un presidente institucional, de consenso e integrador, y ha subrayado su perfil más autoritario y sectario. Repara en cada intervención en que el Barcelona actual es el mejor de la historia y, consecuente con su calificación, ha decidido situar a Cruyff a su altura para que la gent blaugrana recuerde que la obra les corresponde a ambos, ideólogo del club el uno y del equipo el otro, la misma cosa. Puesto que no se puede perpetuar en el cargo ni encuentra un candidato en quien delegar, Laporta ha optado por dejar a Cruyff como legado suyo y no como patrimonio del barcelonismo. Aunque el presidente está en su derecho porque ha sido el gran valedor del cruyffismo, su actuación es poco responsable porque comprometerá al propio Cruyff, quien por lo demás tiene sus negocios futbolísticos. Laporta procuró no mentarle para ganar en 2003, consciente de que podía quitarle votos. Ahora, en cambio, le utiliza para fidelizar a sus adeptos en las elecciones y provocar a los rivales. El presidente actúa a destiempo y de forma sospechosa, poco creíble.
Aunque al barcelonismo no le gusta personalizar ni su estadio, la canonización de Cruyff exigía la mejor de las liturgias y solemnidades, desde la complicidad y el compromiso de la asamblea de socios, nunca desde la unilateralidad y a partir una interpretación discutible de los estatutos. Cruyff no se merece lo que le ha hecho Laporta, que ha desnaturalizado y desvirtuado una decisión que pedía el fútbol. Cruyff, al fin y al cabo, nunca necesitó cargos. Nadie ha salido campeón del mundo sin ganar el título como Cruyff en Alemania. El problema de Cruyff es Laporta.
Decisión controvertida
El nombramiento de Johan Cruyff como presidente de honor del Barça no dejó indiferente a nadie. Ni aunó las opiniones de los candidatos a la presidencia, por más que fuera la única decisión de la junta tomada por unanimidad en los últimos tres meses.
Para el precandidato Agustí Benedito, es una designación errónea, tomada en clave electoral y sin contar con el consenso de los socios. "Se decide esto en un intento de desviar la atención de los acontecimientos recientes de la junta. Lamentamos la utilización de una figura tan importante en la historia del Barça para este fin". Más comedido fue Sandro Rosell, que aún no ha anunciado su precandidatura. "Es una decisión institucional del club y no la valoramos por el momento", apuntó. Y Alfons Godall, que anuló el miércoles su candidatura porque la junta le retiró su apoyo en beneficio de Jaume Ferrer, apoyó la decisión sin reservas: "Es el padre del modelo actual. Creo que Cruyff ha sido todo para el Barça de la era moderna. Todo mi reconocimiento para el maestro".
No se pronunció ni por el Twitter ni por el Facebook el precandidato Jaume Guixà. Pero sí lo hizo Jaume Roures, el director general de Mediapro y hombre de confianza de Cruyff. "Nos cambió la mentalidad cuando vino a jugar y entrenar", afirmó a Rac1. "Y los errores que cometió son una ínfima parte de cómo nos hizo disfrutar del fútbol. Tanto si se simpatiza como si no, nadie puede poner en duda su papel en el fútbol con mayúsculas".
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