El músico y el viaje
La oficina, en un piso sin ascensor del barrio madrileño de Chueca, huele a pan tostado. Sobre la mesa de madera reposan las tostadas intactas y el aceite. Jorge Drexler acaba de tomarse un mate, la infusión más popular del Cono Sur y a la que se enganchó cuando estudiaba anatomía en los años ochenta. Aquí mismo empezó hace un año la grabación de su nuevo trabajo, Amar la trama, una tarde en la que combatía el calor, colgado del balcón, mientras veía pasar a las chicas vestidas de primavera. "En este barrio la parte más cosmopolita coexiste con los mundos del pasado y del futuro", cuenta el músico. En una de las paredes cuelga una foto de la playa del Faro en La Paloma -su lugar favorito del mundo- y un poema a la imperfección, escrito en décimas, como le enseñó Joaquín Sabina. Drexler llevaba casi un mes fuera de España. De viaje entre Toronto y Montevideo, le ha pillado la promoción de su nuevo disco todavía con el jet lag, lo que, en su caso, sólo se traduce en aspecto cansado. Su flujo verbal no se interrumpe. Grabado en directo en un estudio de televisión con todos los músicos tocando en directo, Amar la trama reúne 12 potentes canciones, entre las que se incluye Toque de queda, grabada con su pareja, Leonor Watling. "Quería aprovechar la sinergia que se crea cuando nueve personas se juntan en una habitación y alejarme del estudio donde todo se graba compartimentado", dice. "Mi idea era hacerlo a la manera antigua, como Frank Sinatra y, la verdad, estoy contento con el resultado final. De todos mis discos es el que tiene una metodología más arriesgada. Se grabó sin claqueta, se nota el pulso humano y además no tiene programaciones electrónicas. Me gusta". El próximo mes arranca una gira que sabe cómo empieza pero no cuándo termina. La gira anterior significó 160 conciertos en 16 países diferentes. "Ya no puedes vivir de la música. Nuestro trabajo es moverse de un lado para otro con las canciones. Ahora, lo que determina la vida de un músico es el viaje". Tras más de una docena de discos y un Oscar a la mejor canción -Al otro lado del río, de la película Diarios de motocicleta-, Drexler cuenta que ha cambiado algo la mecánica, pero que sigue haciendo los discos por las mismas razones. "No me interesó la oferta de cross over artístico en Los Ángeles o Miami y hacer otro tipo de carrera. Me gusta mi trabajo y si para algo sirvió el tsunami mediático de Hollywood fue para darme cuenta de la línea que separa lo artístico de lo personal. Yo ya dejé la medicina, que era una profesión que me gustaba mucho".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.