Informar y entretener
Ahora que ha dejado de nevar, se advierte a la población sobre el riesgo de incendio por la madera caída, como si la sabia naturaleza fuera una amenaza continua, sobre todo desde que se pasa del invierno al verano sin detenerse en la primavera y el otoño, dos estaciones en que supuestamente no hacía frío ni calor. Ya no hay entretiempo ni término medio ni tampoco tonos grises, sino que las cosas son blancas, si es que el blanco es un color -como diría Johan Cruyff-, o negras, de forma irremediable. La sensación es de que, por una parte, se ha perdido capacidad de incidencia ciudadana para atemperar los problemas y, por otra, se ha renunciado a la pedagogía política.
A la gente le gusta que nieve y ver nevar, y sin embargo, no repara en la necesidad de saber montar unas cadenas en el coche o ahorrarse un viaje innecesario por carretera. También el bosque está muy bien para ir de cámping o a por setas y, en cambio, muy pocos sienten la necesidad de cuidarlo como un bien común. Acostumbrados a la sociedad del bienestar, resulta farragoso afrontar las situaciones de excepción. Así que, frente a la lluvia y el fuego desmesurados, la solución es exigir responsabilidades por la falta de infraestructuras, renegar a granel contra el santoral y poner a parir a los hombres y mujeres del tiempo que desfilan por los distintos medios audiovisuales.
A veces parece que el meteorólogo y el hombre del tiempo no son lo mismo
Aunque no debe de ser nada fácil prever si mañana lloverá o lucirá el sol, a veces da la sensación de que los meteorólogos han renunciado a su condición de científicos para convertirse en personajes del culebrón mediático. No se trata de cuestionar los espacios que se dedican al tiempo, programas con mucha audiencia, interactivos, muy vistosos y entrañables, sino simplemente de reclamar una información práctica y de servicios, especialmete dirigida al espectador anónimo.
Funciona tan bien el entretenimiento que no siempre se repara en las noticias. A juzgar por los improperios que reciben cuando hay tormenta, se diría que los hombres del tiempo se han olvidado de las predicciones, se han equivocado o no le han dado el volumen necesario, inferior a la propaganda, al consultorio personalizado o al álbum de postales.
Ante tal situación, quizá sería conveniente anunciar sobre las posibles situaciones de riesgo en un aparte, como una información relevante, fuera del espacio del hombre del tiempo, convertido en saco de todos los golpes, para bien y para mal, menos meteorólogo que antes. A muchos les gusta el hombre del tiempo, pero utilizan otros medios para informarse precisamente sobre el tiempo.
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