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Reportaje:Moda

La parada de los monstruos

Adam Kimmel triunfa con artísticas alternativas a la pasarela convencional - Su última colección la presentaron cabezudos grotescos en un casino en París

Eugenia de la Torriente

Los desfiles de moda nunca han estado tan de moda. Ni tan pasados de moda. Las presentaciones de hoy ambicionan audiencias planetarias, pero se cuestionan la validez de su formato clásico para conseguirlas. En este contexto, brillan iniciativas como las de Adam Kimmel. Este diseñador neoyorquino de 31 años se ha hecho un nombre en el mercado masculino por su particular forma de entender el momento de exhibición de sus prendas. Su última colección se vio en París el pasado enero en un casino en la que grotescos cabezudos jugaban a la ruleta o fingían un ataque al corazón.

Era un homenaje al artista estadounidense George Condo, de 53 años. Los personajes de sus cuadros inspiraron las monstruosas cabezas. Su decadente estilo de vida, la ropa de dandi y la escenografía. "Conozco a George desde hace años y siempre me ha parecido un icono", explicaba Kimmel días después en su hotel parisiense. "Buscaba reproducir su mundo. Es el último de los vanguardistas de la vieja escuela en Nueva York. A diferencia de los artistas modernos, él es un tipo del Upper East Side. No le da miedo vivir en ese mundo de lujo, porque no pertenece a él. Vive de forma hedonista, pero no es nada pretencioso. Es un beatnik".

Los diseños de Kimmel son un oasis de imaginación sensata en un sector (el masculino) con tendencia a escorarse a los extremos: ropa soporífera o inventos imposibles.

Materiales suaves, hechuras cómodas y conceptos como el abrigo tres en uno del que se saca una chaqueta y una americana. Pareja de la actriz Leelee Sobieski, coquetea con la escena artística de Nueva York de forma tan intensa que es difícil establecer fronteras precisas en su trabajo.

Su colección anterior, inspirada por la iconografía del hombre de Marlboro, se mostró con una exposición de fotografías de Jim Krantz. Krantz es el autor de las publicidades que Richard Prince se apropió para su serie Cowboy. Al poner a Krantz (y no a Prince) en primer término, Kimmel vindica al personaje menos afortunado de la cadena de acontecimientos que termina con Untitled cowboy, la primera fotografía de la historia en alcanzar el millón de euros en una subasta abierta.

Para su trabajo de primavera de 2009, Kimmel concibió Claremont, una película de Ari Marcopoulos en la que dos skaters trajeados se lanzaban por algunas de las más salvajes carreteras californianas. Envalentonado por la repercusión que alcanzó en Internet, ha querido ahondar en la suspensión de la credulidad con su próximo largometraje. Dress for dinner muestra al ilusionista David Blaine -vestido con esmoquin y capa roja- sumergiéndose durante varios minutos y sin equipo de submarinismo entre grandes tiburones blancos. "El arte y la moda pueden ser muy pretenciosos cuando su obligación es entretener. Un crítico me dijo que trabajar demasiado con artistas podía limitar mi creatividad. No estoy de acuerdo", reflexiona Kimmel. "George es un héroe para mí. Él me ayuda a contar mi propia historia".

A pesar del susto inicial que provocaban las máscaras, la ropa de la colección Condo se vendió más que nunca. Lo que tiene su mérito. Las cabezas -creadas por el mismo artista prostético que firmó el ciclo Cremaster, de Matthew Barney- resultaban escalofriantes. "Buscamos los rostros más destrozados de los cuadros de Condo. La primera prueba daba un miedo terrible", admite Kimmel. "Al principio, puede que algunos estuvieran extrañados, pero enseguida se creó un ambiente distendido. Los personajes de George son terribles, pero muy divertidos. Eso tiene mucho que ver con él. Un tipo feliz, alegre y cariñoso que crea un mundo de monstruos".

Tres modelos de Adam Kimmel pertenecientes a su última colección, que pudo verse recientemente en un casino de París.
Tres modelos de Adam Kimmel pertenecientes a su última colección, que pudo verse recientemente en un casino de París.

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