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Columna
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El PSdeG en la encrucijada

Como la experiencia demuestra y la más rigurosa literatura especializada pone de manifiesto, existen en política tres reglas que se cumplen siempre y en todo lugar. La primera hace referencia a la estabilidad política y a la importancia que un Gobierno estable y predecible tiene como factor primario del desarrollo económico. Como recordaba Galbarth, no existe hoy un país con un Gobierno estable, honesto y que garantice la participación democrática que no tenga, o haya tenido, una situación satisfactoria de desarrollo económico. Y existen muy pocos de los que, sin un gobierno de ese tipo, pueda decirse lo mismo.

La segunda de las reglas pone de relieve que en una democracia moderna y consolidada un Gobierno, por muchos errores que cometa, no se desmorona si no existe una alternativa política creíble que pueda sustituirlo. Pero, y aquí entra en juego la tercera regla, una alternativa política es siempre indígena, y no algo que pueda prescribirse desde el exterior.

La Lei do Solo contiene aspectos que contradicen abiertamente la política histórica de los socialistas

Pues bien, la actual dirección del socialismo gallego parece ignorar todo esto. Un partido que aspira a ostentar de nuevo la presidencia de la Xunta no puede dar constantes bandazos sobre temas que configuran decisivamente el presente y el futuro de Galicia, hasta el punto de que en esas vitales cuestiones para el país, como el diseño de nuestro sector financiero, no sepamos con claridad cuál es la propuesta del principal partido de la oposición. Lo mismo ocurre con la Lei do Solo aprobada ayer en el Parlamento. Después de cambiar dos veces el sentido de su voto en los últimos días, el PSdeG se decidió finalmente por una abstención que nadie comprende y que lo inhabilita para ejercer la oposición ante los desmanes urbanísticos que se avecinan. Porque, aunque el proyecto gubernamental blindase Touriñán y otros espacios protegidos -cosa que no hace-, contiene aspectos que representan una auténtica involución, contradicen abiertamente la política histórica de los socialistas y desmonta uno de los símbolos más reconocidos y valorados del Gobierno presidido por Pérez Touriño. Ciertamente, con semejante actitud el Partido Socialista no ofrece seguridad alguna, ni representa precisamente una garantía para encabezar un Gobierno estable y predecible.

Así las cosas, el socialismo gallego necesita recuperar un auténtico liderazgo y volver a contar con una personalidad e iniciativa propias que le permitan formular un proyecto político y programático capaz de generar confianza y de transformarlo de nuevo en la cabeza de una alternativa plural al gobierno de la derecha. De lo contrario, el PSdeG, por muchos errores que cometa Feijóo, dejará de ser percibido como fuerza de gobierno y cederá un importante terreno al Bloque, mucho mejor dotado para ejercer la oposición.

A diferencia de lo que ocurre en Cataluña y en el País Vasco, en Galicia no existe capacidad de maniobra para alumbrar diferentes formas de gobierno. Por lo tanto, durante los próximos años, el retorno a un Ejecutivo progresista sólo será posible a través de una renovada coalición entre socialistas y nacionalistas que, superando errores del pasado, recuperen la credibilidad política como opción gobernante. Ahora bien, para que esa posibilidad se haga real, el PSdeG necesita salir de la encrucijada en la que se encuentra y abandonar la quimérica aspiración de configurarse como alternativa en solitario al Partido Popular. Conviene recordar al respecto que en 2005, con el PSOE en la cresta de la ola tras el triunfo electoral de Zapatero y compitiendo con un candidato como Fraga, en el final de su ciclo político y biológico, el Partido Socialista sólo obtuvo 25 diputados, a una distancia sideral del PP, que logró 37. Ahora que el PSOE no pasa precisamente por su mejor momento, pensar que los socialistas gallegos pueden desbancar en solitario al Gobierno encabezado por Feijóo es simplemente una fantasía. Por su parte, el BNG debe asumir definitivamente que desde la minoría política y parlamentaria no puede intentar desvirtuar, hasta hacerlo irreconocible, el programa del partido mayoritario de una hipotética coalición gubernamental.

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Un amplio sector de la sociedad gallega, alarmado por las medidas adoptadas por Feijóo en sus primeros meses de Gobierno, reclama y espera una respuesta sólida de la izquierda gallega. Sería conveniente que socialistas y nacionalistas no defraudaran de nuevo a la ciudadanía.

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