Touriño y Touriñán
La retirada de Touriño de la política era algo prácticamente real desde hace un año y es oficial desde hace una semana. Su dimisión y apartamiento merecería una reflexión más amplia, nos lo recuerda el que, justo una semana después, el partido socialista pacte con el popular una Lei do Solo que parece que permitiría a una empresa construir una piscifactoría en cabo Touriñán pese a ser "espacio protegido". Son hechos directamente relacionados.
Por más vueltas que se le den sólo habrá gobiernos progresistas en la Xunta sumando el concurso del PSdeG y del BNG, por separado es imposible. Pero se les dio la oportunidad de experimentarlo y no tuvieron opción a repetirlo porque no llegaron a merecerlo. Tenían que demostrar que se entendían y mostraron lo contrario; que hacían otras políticas, un cambio, y los cambios parecieron pocos. Aun así, en el futuro, el único gobierno progresista posible será el que ofrezca políticas distintas de las de la derecha y basado en el entendimiento entre socialistas y nacionalistas. Sólo así volverá a entrar el PSdeG en la Xunta. Sin embargo, están haciendo casi lo contrario.
No todos, desde luego, pero los que destrozaron medio país vuelven a tener barra libre
El principal fallo de Touriño fue ser poco Touriño. Cometió errores, cálculos electorales equivocados..., pero, al final, el balance es que perdió por no atreverse lo bastante. Aunque sí se atrevió en cosas como la política de protección al territorio, que ahora se carga la Xunta de Feijóo y parece ser que con el apoyo de los socialistas. Touriño se atrevió contra el criterio de los alcaldes de su propio partido, y no es nada fácil; seguramente le faltó entendimiento con ellos (como le faltó con el conjunto del partido), y ahora da la impresión de que ha llegado la hora de una cierta revancha. En la política urbanística y de protección del medio natural dio pasos reales, aunque fuesen insuficientes, pero los dio, y era una política distinta de la anterior, la de la derecha. La que está haciendo el PP en el municipio lucense de Barreiros, por ejemplo. Si los socialistas desandan lo andado, firman ahora la política de la derecha, ¿qué les quedará para ofrecernos luego si defienden lo mismo? Es necesario un pacto sobre el urbanismo y la ordenación del territorio, pero no para continuar la destrucción del paisaje. No tenemos sol para vender, tenemos que proteger lo que queda de esa riqueza que es nuestra costa y nuestro país, para nosotros, para los que vengan y para los que nos visiten. Y recordemos que quien se cargó la mitad de nuestra riqueza, los responsables de los disparates urbanísticos no fueron los marcianos, ni los chinos, ni siquiera los ministros o los conselleiros, fueron los alcaldes. No todos, desde luego, pero los que destrozaron medio país vuelven a tener barra libre.
No se gobierna un país como si fuese un ayuntamiento, el alcalde está tan cercano al vecino y votante que le resulta difícil no aceptar complicidades y trapacerías, pero gobernar un país es tener visión de conjunto y visión histórica, conocer el pasado continuándolo y poder así imaginar un futuro. Un gobernante debe pensar como un presidente, no como un alcalde. Con todo el respeto a esos gobernantes locales que están más cerca de la gente.
La presión de sus alcaldes es una explicación para entender lo que ahora parecen aceptar los socialistas, pero no basta. No se aprecia una lectura clara de la derrota electoral, hacen como si vivieran al día sin un proyecto para presentarle al país. Y eso sería un retroceso a su propio pasado político, el de los años ochenta, cuando el secretario del PSdeG era un alcalde y afianzó en el partido la única cultura política que parece tener: atrincherarse en los ayuntamientos. Cuando renunciaron a gobernar Galicia. Si confirman ese viraje, será una ruptura con su pasado inmediato, negar a Touriño y a la Xunta que presidió y tomar la dirección contraria, de vuelta al pasado.
La política urbanística, la ordenación del territorio y la protección del paisaje encierran la mitad de un programa político para un país. Encierran el modelo económico, la memoria del país, el cuidado de sus principales riquezas, el amor por la propia tierra y el propio mar. Renunciando a su propia política, a la que hicieron en la Xunta bipartita, los socialistas pactarían continuar una forma de hacer las cosas que ha sido perjudicial para Galicia. Pero, además, se entregarían a sus rivales y entregarían la mitad de su futuro. Cousas veredes.
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