Una 'geometría loca'
El rechazo por el Congreso el pasado martes de la moción del PP para dejar sin efecto la reciente subida del IVA fue obra de la misma alianza parlamentaria (PSOE, PNV, CC) que aprobó los presupuestos generales del Estado de 2010 donde figuraba ese incremento. La resistencia de los contribuyentes a pagar los impuestos suele favorecer las montoneras abolicionistas en cualquier lugar, momento y circunstancia; los nacionalistas vascos y canarios, sin embargo, no necesitaron taponarse con cera los oídos para ignorar los llamamientos de la insurrecta presidenta Aguirre a la rebelión de las masas.
El presidente Zapatero, investido por la mayoría simple socialista del Congreso sin apoyo de ningún otro grupo, optó por una estrategia de alianzas de geometría variable con las mismas razones que aconsejaron al resignado caballero a renunciar a la blanca mano de Doña Leonor. El calendario de los comicios autonómicos -2009 en el País Vasco y 2011 en Cataluña- hacían en ese momento casi inimaginable un acuerdo estable de legislatura con PNV y CiU. El retroceso electoral de IU y de la izquierda nacionalista -aliados estables del Gobierno durante la anterior legislatura- redujo su peso parlamentario y dejó su eventual alianza con los socialistas por debajo de la mayoría absoluta.
Las alianzas parlamentarias durante la segunda mitad de la legislatura no son fácilmente previsibles
La centralidad política de los socialistas, en cualquier caso, les ha permitido en estos años alcanzar entendimientos parciales con otros grupos parlamentarios -incluido el PP- allí donde las diferencias ideológicas o las pasiones competitivas no lo impedían. Sin embargo, las ligerezas en el diagnóstico de las causas y la previsión de las consecuencias de la recesión, la insuficiencia de las medidas ya adoptadas, las contradicciones entre el presidente y sus ministros sobre los planes futuros y la falta de sensibilidad para percibir los estados de ánimo colectivos han reducido los márgenes de acción del Gobierno. Y como demuestra la votación del martes, pese a las avergonzadas disculpas ofrecidas por algunos grupos por su apoyo a la moción popular, el PP ha roto el aislamiento al que le condujo la retórica tremendista y la catalonofobia estridente de su labor opositora de 2004 y 2008.
El arranque de la segunda mitad de la legislatura parece anunciar una geometría loca de acuerdos posibles entre todos los grupos parlamentarios sin distinción de siglas. Aunque parece descartable -en la práctica- que los 153 diputados del PP lleguen a reclutar aliados suficientes para expulsar a Zapatero de la presidencia mediante una moción de censura, Rajoy podría urdir combinaciones ganadoras sobre materias tan decisivas como la ley de presupuestos de 2011. El Gobierno, por su parte, conserva todavía un gran potencial para forjar entendimientos parlamentarios gracias a su centralidad política y a la capacidad de mercadear votos nacionalistas y de izquierda a cambio de los recursos materiales y simbólicos que sólo el ejercicio del poder proporciona.
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