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Editorial:Editorial
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La referencia francesa

No era común acudir a la economía francesa como referencia favorable entre las economías europeas. Todavía no hace mucho, el presidente del Gobierno español la consideraba como la próxima economía a batir en términos de PIB por habitante, tras dejar atrás a Italia en ese indicador de bienestar. Las cosas han cambiado de forma muy significativa tras la crisis económica. Mientras que la economía española emerge como una de las más afectadas, lo contrario ocurre con la francesa. Cada día que pasa, la coexistencia del estancamiento con el ascenso del paro lleva a la renta per cápita española a niveles de hace cinco años. En la economía francesa no ha sido así. De hecho, es una de las que están superando la crisis de forma más clara. La recesión en esa economía no fue menos grave que en el resto de las europeas, pero la recuperación es un hecho si cabe más explícito que en otras grandes economías europeas. A diferencia de la economía alemana, que registró un decepcionante estancamiento en el último trimestre del año pasado sobre el trimestre anterior, el PIB francés crecía un 0,6%, frente al trimestre precedente, que también había crecido, en un 0,2%.

En esa saludable recuperación relativa desempeñan un papel importante la ausencia de una dependencia del mercado inmobiliario propia de la economía española o británica, y una salud incuestionable de su sistema bancario. El nivel de endeudamiento de éste es relativamente reducido, como lo es la inversión en instrumentos de riesgos elevados. Tampoco la deuda de las familias y empresas no financieras es tan limitativa como en otros países europeos. La contracción del consumo inducida por ese efecto riqueza adverso generado por la evolución de los precios de los activos inmobiliarios no ha sido apenas perceptible.

Las autoridades francesas tampoco han cometido grandes errores. El Gobierno ha mantenido una orientación pragmática en sus políticas económicas. Todavía hoy la ministra de Economía admite, en declaraciones a este periódico, los riesgos de levantar el pie del acelerador de las políticas de estímulo de forma precipitada. Posibilismo sensato también el transmitido en el apoyo a Grecia y a la búsqueda de soluciones institucionales que reduzcan la precariedad defensiva de la eurozona ante perturbaciones como las derivadas de la crisis financiera o su particular concreción en algunos de los Estados miembros.

La otra paradoja que ofrece la economía vecina es el registro de tasas de desempleo relativamente reducidas, a pesar de un mercado de trabajo distante también de las referencias de flexibilidad. Son todas ellas evidencias que obligan a reducir prejuicios demasiado rígidos a la hora de capear tormentas como la derivada de la crisis financiera global. Preconcepciones que necesariamente han de dar paso a esa otra evidencia en cierta medida envidiable: la que señala a ese país como uno de los que han registrado en los dos pasados años un mayor índice de natalidad empresarial, consecuencia en gran medida de programas gubernamentales de apoyo a la regeneración empresarial. No haríamos mal los españoles en analizar con algo más de humildad lo que de válido tiene una economía que se ha revelado con mayor capacidad defensiva ante la crisis y, desde luego, con una renta per cápita otra vez muy distanciada de la española.

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