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Reportaje:

Barreiros, la burbuja reventada

La crisis llegó un año antes al municipio de A Mariña, cuando la Xunta puso freno al urbanismo exprés del alcalde - 2.500 familias no pueden estrenar sus pisos

Los promotores más intrépidos de Barreiros se han ido a levantar apartamentos de lujo a Ecuador, Colombia y Estados Unidos. Alguno hasta construye en la "parte buena" de Miami, donde el metro cuadrado de vivienda no cuesta 3.000 euros, como costaba en el municipio de A Mariña, sino "entre 30.000 y 50.000 dólares". Una tierra, Miami, en la que "reina el espíritu libre y es el mercado el que impone sus reglas", no donde la Administración corta las alas al cemento próspero y galopante que pretende extenderse en fila por la carretera. Un par de constructores de Barreiros incluso han empezado a desembarcar en Angola, donde "hay dinero y diamantes pero está todo por hacer".

No obstante, entre los 40 empresarios con obras paralizadas desde hace tres años por la Xunta en este ayuntamiento, también se cuentan cinco "escapados". Constructores que quebraron y desaparecieron dejando sus deudas como prueba de que existieron. Y otros cinco que hoy por hoy están en suspensión de pagos y el banco ya les ha anunciado que no espera más. Les queda, como mucho, un mes de plazo para arreglar su situación.

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Pero en un mes, el convenio entre Ayuntamiento y Xunta que legalizará con 14 millones de euros las promociones declaradas proscritas entrará probablemente en vigor y la actividad volverá a las obras. Se trata de edificios en todas sus fases de construcción, algunos de ellos nada más que en esqueleto y otros acabados, pero todos ellos vendidos. De las 5.800 viviendas para las que antes de 2007 concedió licencias con desparpajo el Ayuntamiento del PP, 2.500 llegaron a materializarse. Sobre las otras, pesa la más neblinosa incertidumbre.

El pueblo ha cerrado filas con su alcalde, Alfonso Fuente Parga, y la conselleira de Política Territorial en tiempos de Touriño, María José Caride, es aquí persona non grata. No es fácil encontrar, no siendo entre la oposición, vecinos que no expliquen la paralización de licencias llevada a cabo por la Xunta el 9 de noviembre de 2006 como una "cuestión política", un castigo ejemplarizante, para toda Galicia, de una conselleira socialista a un alcalde popular.

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"En Galicia hay 305 ayuntamientos sin plan general adaptado a la ley, ¿por qué tuvieron que meterse justo con el nuestro?", repite el alcalde, y como él unos y otros a lo largo de las parroquias con urbanizaciones hibernando, San Cosme, San Pedro, Santiago y San Miguel. "Caride es una sinvergüenza", afirma el que en los buenos tiempos era presidente de los promotores del municipio, Manuel Villamarín, que tiene paralizados 300 pisos en construcción y es el único oriundo de Barreiros. "La invitamos a venir y nunca vino. No tiene ni idea de lo que hay. Quiso atropellar al alcalde y arrolló a los constructores, gallegos y de toda España, a los cinco restaurantes y a un montón de negocios que tuvieron que cerrar. Se cargó 5.000 puestos de trabajo directos, y ha dejado a un montón de propietarios sin poder entrar en sus casas".

A Barreiros llegó la crisis del ladrillo un año antes que al resto del país, fue como un laboratorio de ensayo donde la burbuja inmobiliaria, en vez de explotar por su propia hinchazón, fue, en opinión de los empresarios, reventada a mano. Más que con alfiler, con los pulgares. Como una ampolla.

Barreiros (3.300 vecinos) lo tenía todo para transformarse en un concurrido destino turístico. Bosques, sendas fluviales, casas de indianos, museo de arte, ocho playas unidas por un paseo de ocho kilómetros que lo convertían en el municipio (tras Sanxenxo) con más banderas azules de Galicia, y una fuerte demanda de segundas residencias. Hace cuatro o cinco años, muchos vecinos con terrenos al borde de la N-634, considerados por el alcalde (según su interpretación de las normas subsidiarias) suelo urbano consolidado, se apresuraron a venderlos, o mismo a pedir licencias de edificación para luego vender a mayor precio. Sabían que, en Barreiros, lograrían el visto bueno para levantar largos bloques de 80 viviendas, distribuidas en planta baja, dos alturas y ático bajo cubierta. Edificios que se llenarían alegremente de madrileños (un 60%) y vascos, también de asturianos y cántabros, encantados de pagar la mitad por un apartamento que al otro lado del Eo.

En tiempo récord, cuando en Barreiros ya olía a inminente intervención de la Xunta, se tramitaron muchos permisos. Y cuando la consellería paralizó las licencias ya se habían vendido sobre plano cerca de la mitad de los futuros pisos de un municipio dispuesto a crecer en travesía.

Ahí empezó la cadena infinita de contenciosos. Los propietarios, contra las promotoras. Las promotoras, contra el Ayuntamiento. El alcalde cuenta que hace una semana hicieron números y de momento, en pleitos, el consistorio se ha gastado 200.000 euros en los tres años en los que desaparecieron los ingresos por licencias de edificación, que "eran la base" de la economía municipal. "Sin licencias, y como además tampoco nos han dejado terminar las obras para cobrar la primera ocupación, el IBI y las tasas municipales de agua y basura, no hay dinero para arreglar los caminos o para llevar la ayuda a domicilio. Por lo menos que hubiesen esperado un año para rematar las casas", se duele el regidor.

Hasta los pocos constructores que sí pudieron seguir edificando, porque la calificación de sus terrenos no cambió con las normas provisionales que aprobó la Xunta, defienden, sin querer que se publique su nombre, que "los informes de los técnicos en los que se basó la intervención estaban hechos a mala fe y con mentiras flagrantes".

"El daño fue una bomba", explica el encargado de una obra en marcha en San Miguel de Reinante, con mano de obra paquistaní, 365 viviendas casi rematadas y pista de pádel junto al hórreo en ruinas. "Porque la incertidumbre jurídica hace que muchos prefieran comprar en otro sitio". Desde hace tres años, "en verano", la carretera de las urbanizaciones crionizadas se puebla de anuncios del tipo "vente a Sanxenxo", o "vive Fisterra". Y parte de la demanda, efectivamente, se ha ido a esos lugares. "Desde luego, ahora, con el desbloqueo, ya no se van a vender más que pisos llave en mano, y así a los promotores les va a costar encontrar financiación", porque los bancos ya no fían, comenta el mismo encargado. "Pero la gente, antes de renegar de Barreiros, debería saber que, aquí, el agua del mar está a cinco grados más que esos sitios".

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