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MI CORAZÓN DELATOR | Escrituras

El rey de los esquimales de madera

La historia me la contaron antes de entrar a ver I'm Not There, que Paco tradujo como "no soy Tere". En esta película, seis actores (cuatro hombres blancos, una mujer blanca y un niño negro) interpretan indistintamente el papel de Bob Dylan, y así, en la cola del cine, pensé que también mis amigos Paco, Eladio y yo llevábamos toda la vida representando juntos una misma historia. Pero no fue de eso de lo que hablamos, sino de Charlie, un tipo de ojos pequeños y brillantes, grueso, que siempre andaba muy despacio y que, por lo menos, nos llevaba 10 años. Tuvo algunos empleos y una única y eterna cazadora vaquera. La última vez que le vimos vendía encendedores en un semáforo con su cazadora más cochambrosa que nunca; pero de eso también hace mucho tiempo. Luego se esfumó. Creo que fui yo quien sacó el tema: "¿Y de Charlie qué se sabe?". Paco y Eladio encendieron el último cigarrillo de las siguientes dos horas y me pusieron al corriente del asunto.

Pero todo empieza con Frank, su hermano pequeño, que es quien les explicó la historia. "Un punto arriba, dos abajo", de esta manera, Vero enseñaba a Frank cómo iba el pequeño tricotín que él acababa de regalarle por su cumpleaños. Era un muñequito de madera, una figura de esquimal que cabía en el puño, pintada de rojo brillante y con cuatro clavos en la cabeza, como si alguien lo hubiese coronado rey de los esquimales de madera. Era un regalo de seis euros comprado en una tienda de lanas. "Cuando aprenda a usarlo", le dijo Vero, "te haré un gorrito. ¿De qué color te gusta?". Pero a Frank, que le empieza a clarear el cabello, le da apuro llevar tapada la cabeza porque cree que un gorro no hace más que podrir el pelo. De todas formas, no quiso estropearle la tarde a su novia. "Negro", le contestó, "igual que el de Jack Nicholson". Frank se metió las manos en los bolsillos de la cazadora, que es su manera habitual de ir por la vida. "Vero, ¿sabes lo que dice Ferreiro, el que trabajaba conmigo en el gimnasio? Que ahora vuelve cada día de su nuevo curro en Mercedes". Luego le contó que esperaba una llamada de su hermano Charlie, que le había dicho que igual empezaba pronto a trabajar.

Aquella tarde Charlie no veía el momento de que dieran las seis, hora a partir de la cual le salían gratis las llamadas con el móvil. Se moría de ganas de contarle a Frank cómo le había ido en el primer día de prácticas. En mucho tiempo nunca había estado tan cerca de tener algo tan bueno. Durante la entrevista remachó con la insistencia de un pico picapinos las ganas que tenía de hacer ese cursillo de carpintería de aluminio. Charlie se presentó con la cazadora prácticamente recién lavada y una camisa blanca muy planchada, tan lisa que al ponérsela se habría podido cortar con ella. Todo aquello era como deslizarse por la nieve sobre un trozo de plástico. Se tira uno con los pies por delante, luego se va de culo, vuelve uno a enderezarse y al final se da el batacazo. Pero en conjunto es divertido. O así lo veía Charlie aquel día. Antes había pasado las clases teóricas. Eran por la tarde y llegaba siempre el primero, en cuanto acababa de comer, pues no le gustaba quedarse con la gente del centro de acogida. Y a la noche también se iba de las clases el primero, porque no quería quedarse sin cena o con el marrón de dormir en la calle. "Bueno, Carlos", la insertora laboral no se atrevía a llamarle Charlie, "te hemos encontrado en Esplugues una empresa para las prácticas". A Charlie se le escapó una mueca de disgusto, y la muchacha comprendió lo poco que iba a durar en aquel taller. "¡Esplugues! ¿Cómo voy a ir?", al final se atrevió a protestar; pero ésa era su manera de resignarse. Ya conforme, se sintió tan optimista como un locutor del telediario cuando habla del Gobierno y le preguntó a la chica si tenía posibilidades de que le contrataran en la empresa tras las prácticas. "Con tu certificado de discapacidad parcial, podemos tramitarte una jubilación anticipada", le había dicho el asistente social, "pero tenemos un problema, Charlie. La Seguridad Social dice que para eso te faltan dos días por cotizar". Charlie volvió a mirar el móvil esperando que diesen las seis en punto para llamar a su hermano. "Nene, esta mañana he empezado las prácticas. Dos semanas más, me contratan dos días, me jubilo y ¡fiesta!". Se repetía estas palabras como un riff de guitarra. A las seis menos un minuto sonó el teléfono de Charlie. "Carlos, te llamo de la bolsa de trabajo. Es que nos han avisado de la empresa de Esplugues, porque no quieren que vuelvas mañana. No quieren que sigas en las prácticas. No lo entiendo. Dicen que te cuesta subir las escaleras, bajar del coche...".

Al otro lado del mostrador, Ferreiro le dijo a Celso que esa lata de cerveza corría a cuenta de la casa. Estuvieron otra hora hablando de los buenos tiempos del rock, cuando todo era emoción y ganas, y bebieron unas cuantas latas más. "Tío, hoy vas a volver a tu casa en Mercedes", anunció Celso. Cada vez que al taxista se le subía la priva, acababa acompañando hasta la puerta de su casa a aquel gasolinero con el que tantos ratos se juntaba para tomar cerveza, y con quien sólo tenía en común la música. Pero en el rock la música no es la banda sonora de una vida, sino la vida misma. Dejaban atrás el Makro de la Zona Franca como un perro muerto en el polígono, y durante el trayecto Ferreiro le contaba a Celso anécdotas de su anterior empleo en el servicio de limpieza de un gimnasio.

El caso es que al salir de una calle se encontraron con un hombre que les llamaba porque pensaba que el taxi estaba libre. Ferreiro reconoció enseguida a Charlie, e hizo frenar en seco al conductor. Entonces Charlie les dijo que quería el taxi para ir Esplugues y romperle los cristales a una empresa que le había hecho una putada, y les explicó lo que le había ocurrido aquel día. Ferreiro, con el subidón de cerveza, tuvo una idea al respecto, y volvieron a la gasolinera, cargaron con cuatro latas de gasofa y le metieron fuego a aquellos talleres. A los pocos días, pillaron a Charlie, pero no cantó y se lo comió todo solo. Ahora está en la cárcel en espera de juicio. Cuando Paco y Eladio terminaron de contar esta historia, nos dimos cuenta de que toda la entrada del cine estaba hecha de carpintería de aluminio y pasamos de meternos allí adentro.

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