La Mamounia, renovada
El legendario hotel ha reabierto sus puertas y pronto se estrenará el Royal Mansour. Marraquech, a todo lujo
¿Crisis? ¿Qué crisis? Mientras los hoteles de lujo en otras ciudades del planeta andan vacíos o rebajan sus tarifas, en Marraquech se inauguran nuevos hoteles de primera a tal velocidad que da la impresión de que la recesión global no se ha producido nunca.
Quizá la noticia más importante relativa a hoteles en 2009 fuera la muy esperada reapertura de La Mamounia, el fabuloso gran hotel al que Winston Churchill denominó "el lugar más delicioso del mundo". En noviembre, La Mamounia concluyó una reforma de tres años que ha costado 100 millones de euros y ha sido realizada por el diseñador francés Jacques García (famoso por la decoración de estilo barroco del Hotel Costes de París). García ha transformado los afamados interiores art déco de La Mamounia en una fantasía andaluza con paredes de ricos azulejos y arcos de herradura cubiertos con una elaborada decoración de estuco en todas las habitaciones. El tono granate fuerte, junto con una luz suavemente tamizada, potencia el glamour del lugar. Ahora hay cuatro restaurantes, entre ellos Le Français, dirigido por Jean-Pierre Vigato, galardonado con estrellas Michelin. Durante la renovación hubo un equipo de jardineros encargado de que el famoso jardín del hotel se conservara tan maravilloso como siempre.
El ritmo al que los emigrantes afincados en la ciudad y los extranjeros han estado comprando riads -casonas históricas de altos muros construidas alrededor de patios interiores en la medina- para convertirlas en hoteles con encanto ha sido prodigioso. Si hace 10 años querías un alojamiento elegante en la medina, tus posibilidades de elección se limitaban a un puñado de sitios. En la actualidad, "el estilo riad" es una seña de identidad del mercado hotelero de Marraquech. La Mamounia ha incorporado tres apartamentos de dicho estilo, con piscinas y mayordomos privados, en una esquina recoleta del jardín.
Para degustar lo más auténtico en la medina hay que alojarse en el elegante Riad Noire d'Ivoire, donde los niños son bien recibidos, o bien probar el Riad El Fenn, más grande todavía, con 22 habitaciones, propiedad de Vanessa Branson, hermana de Richard Branson (dueño del grupo Virgin), que atrae una clientela de famosos. El estilo es limpio, minimalismo blanco (con precios a juego) en el Riad Ariha, situado en una zona tranquila y residencial de la medina.
Alcazaba en el campo
El histórico hotel La Maison Arabe, primero en su género, ha añadido una nueva ala y ahora cuenta con 26 originales habitaciones, la mayoría de ellas con balcones, y también hay una nueva piscina, probablemente la más grande de la medina. Ahora el hotel tiene también una alcazaba privada o club de campo con piscina y restaurante a tan sólo 15 minutos en coche a las afueras de la ciudad, donde los clientes pueden pasar el día o la tarde relajándose al sol (servicio gratuito de coche). En la ciudad, las clases de cocina de La Maison animan a uno a intentar reproducir su famoso tajín de cordero con ciruelas pasas y orejones de naranja cuando regrese a casa.
La Mamounia debería disfrutar mientras pueda de la actual atención que le conceden los medios de comunicación. En breve se inaugurará el nuevo Royal Mansour, propiedad del rey Mohamed IV, que promete poner muy alto el listón en cuanto a lujo se refiere en Marraquech. Construido para parecerse a una medina en miniatura, es una pequeña ciudad en sí misma con suites estilo riad individuales y gran variedad de restaurantes.
Pronto se inaugurará también el nuevo Mandarin Oriental en el Palmeral, que parece un palacio mogol trasplantado de Rajastán si no fuera por las hileras de riads que hay alrededor.
La locura por los alojamientos de aire marroquí se está extendiendo mucho más allá de la medina, y hasta ha saltado los imponentes muros de la ciudad para llegar al campo. A una hora de distancia de Marraquech, al pie de las colinas de la cordillera del Atlas, se encuentra Kasbah Tamadot, propiedad de Richard Branson, que se anuncia como un retiro ecológico repleto de arte y antigüedades indias y marroquíes.
Se puede saborear una experiencia más rústica justo a 30 kilómetros de la ciudad en La Pause, que dispone de casa de huéspedes, así como de alojamientos menos permanentes (tiendas individuales y refugios de adobe al abrigo de las laderas que producen una sensación real de evasión, a pesar de ser un lugar sin electricidad en el que las habitaciones se iluminan exclusivamente con velas y faroles por la noche). Nada mejor para hacernos apreciar las vistas de las colinas que las rodean cuando amanece.
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