Caras de incertidumbre
Los delegados en el congreso especulan sobre cambios en el Gobierno
Aunque José Antonio Griñán lleva décadas en cargos públicos, desde que accedió a la presidencia de la Junta andaluza de la mano amiga de Manuel Chaves -ya no tan amiga por las vistosas desavenencias que han precipitado este congreso-, ha sido una caja de sorpresas. Quizás por eso la expresión que imperó ayer en el semblante de los delegados que vagaban por el gélido Palacio de Congresos de Sevilla era de desasosiego.
Luis Pizarro, vicesecretario general saliente y principal soporte y confidente de Chaves en sus 16 años de hegemonía, acuñó un enunciado para definir el estado de ánimo que se instala en el rostro de quienes pasan por cualquier trance: "El informe caritas". Pues bien, el "informe caritas" era incertidumbre pura. No es para menos: Griñán va a dar un completo vuelco a la ejecutiva regional, y además, con la mitad de miembros.
El frío escenario no contribuyó a elevar el ánimo de los compañeros y compañeras, cabizbajos también por la enormidad de la crisis económica y los malos vaticinios de las últimas encuestas, que han ido apuntando a cámara lenta la posibilidad de que el PP gane por primera vez en Andalucía.
Se desplegaron todos los recursos disponibles para dar al ambiente el aire ganador de sus pasadas ediciones: entrada triunfal de Felipe González; vídeos emotivos con músicas evocadoras de grandes hazañas, y un par de foros encabezados por los ministros Ángel Gabilondo y Cristina Garmendia. Pero sobre todo, mucha prosa pirotécnica, con pausa medidas para los aplausos y ovaciones, y discursos inflamados de coraje y orgullo.
El guión de las escenas de thriller consustanciales a todos los congresos, con racimos de espías apostados en las esquinas intercambiando puestos y nombres, versó sobre una más que posible y próxima remodelación del Gobierno andaluz.
El ex presidente de la Junta José Rodríguez de la Borbolla -que actuó de telonero junto con su predecesor, Rafael Escuredo- hizo brotar la carcajada al empezarle a sonar el móvil justo cuando iba a hablar. "Era mi mujer", dijo, "ahora lo apago". Luego sacó una portada de un periódico enmarcada que, explicó, se había "tenido que tragar" (porque se oponía a la reforma del Estatuto de Autonomía) y se la regaló a Chaves. Este fugaz gesto fue el único momento distendido en un programa en el que dominó el tono grave y trascendental. Éste, y las lágrimas emocionadas de Chaves en su despedida, la parte sentimental, el punto afectivo.
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