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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pues justo eso, muy 'akadémico'

Nuevo espacio escénico que aún olía a pintura la noche de su inauguración y un texto clásico para estrenarlo: el teatro Akadèmia (con la K destacando en rojo y del revés) acaba de abrir sus puertas en Barcelona con una puesta en escena de Electra, de Sófocles, a cargo de Konrad Zschiedrich. Y la sensación desde las gradas frontales que ahora conforman este espacio diáfano de 300 metros cuadrados de planta y polivalente (permite repartir al público en dos graderías más laterales) era un poco como si estuviéramos en el Espai Lliure y el Teatre Lliure hubiera cedido la sala a una compañía de aficionados o a una escuela de teatro y sus alumnos nos estuvieran ofreciendo su fin de curso. Montaje académico, pues, en el más puro sentido platónico ligado a la enseñanza.

ELECTRA, de Sófocles

Traducción: Carles Riba. Espacio escénico y dirección: Konrad Zschiedrich. Intérpretes: Tilda Espluga, Andreu Carandell, Sergio Pons, Àngela Jové, Anna Costa-Jussà, Esperança Crespi, Míriam Marcet, Mercè Managuerra, Emilià Carilla. Vestuario: Romana Redlova. Iluminación: Xavi Clot. Teatro Akadèmia. Barcelona, 3 de marzo.

Siempre está bien volver a los clásicos, aunque sólo sea con la voluntad de dar a conocer la pieza. Zschiedrich quería ir un poco más allá y esperaba que el espectador de hoy en día pudiera verse vinculado de alguna manera a la problemática que plantea esta tragedia griega, que no deja de ser, como bien dice, la de cómo afrontar las dictaduras.

Oferta lejana

Y no digo que el espectador no pueda recorrer el camino que hay entre el montaje y la reflexión política. Lo que pasa es que, tal como está planteado, los acontecimientos que Sófocles articula y el contexto en el que se dan -el ansia de venganza de Electra contra Clitemnestra, su madre, por haber asesinado a Agamenón, su padre; el plan que urde Orestes; los precedentes bélicos; los designios de Apolo; la función del coro- siguen quedándonos muy lejos. La puesta en escena y el trabajo de los intérpretes no hacen mucho por acercárnoslos. De hecho, quien más contribuye a ello es Carles Riba, el autor de la traducción en prosa al catalán.

Esta Electra que se plantea en el nuevo teatro Akadèmia es texto a pelo en un escenario vacío que sólo llenan los intérpretes con su vistoso y ecléctico vestuario y su, en algunos casos, grotesco maquillaje. Y texto dicho desde la perspectiva de cada uno y, sin duda, su mejor intención, pero la verdad es que sin una cohesión que dé una compacidad al conjunto. Así, mientras Tilda Espluga compone una Electra perturbada y algo paranoica, Andreu Carandell nos muestra un Orestes infantilizado, como si hablara con niños pequeños. Mercè Managuerra, en el papel de Clitemnestra, deslumbra..., pero por todos los colores que lleva encima. Y Emilià Carilla se acerca tanto al viejo preceptor como a Egisto, roles en los que se desdobla, desde la caricatura.

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