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Columna
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Gallegos

Manuel Rivas

En ocasiones el político tiene que tragarse sus propias palabras e incluso puede descubrir, como constataba Churchill, que esa práctica ayuda mucho a conseguir una dieta equilibrada. Según las últimas encuestas, Rosa Díez pasa por ser la política mejor valorada de España. Podríamos decir, "más mejor", pero sería incorrecto. Esta líder tan emergente lleva unos días atascada de forma absurda en el medio de una escalera, desde que se le ocurrió contestar con un desliz xenófobo a la pregunta de Gabilondo, en CNN+, de qué pensaba sobre Zapatero: "Es gallego, en el sentido más peyorativo del término". No era una primicia. En octubre pasado había recurrido a la misma perla para definir a Núñez Feijóo. La construcción gramatical es tan absurda como el contenido, y un lapso repetido puede revelar un inconfesable prejuicio. Lo peyorativo, sea "más" o sea "menos", es siempre peyorativo. Pero, ¿qué sentido tiene utilizar reiteradamente un gentilicio para descalificar a los rivales políticos? Gabilondo le preguntó también por Rajoy. Aquí la respuesta fue de bingo: "¡Es gallego!". La señora Díez cuenta con mentores intelectuales de gran inteligencia, gallegos incluidos, por lo que resulta sorprendente que, al final, su programa se limite a calzar el adjetivo "gallego" a diestra y siniestra. Si además su propósito es salvar España, en el sentido "más mejor" del término salvar, podría intentar convocarnos a la tarea con un estilo más cosmopolita y menos "cantonal y pueblerino", que diría Arcadi Espada. El problema para algunos es de sentido de humor. Es lo que suelen alegar los paletos metropolitanos cuando pretenden reírse de los que consideran paletos "de aldea". Eso ya lo dejó bien zanjado Octavio Paz: puede ser más cateto un figura de Wall Street que un pelao del último ranchito. Además, no le veo vocación humorística a la señora Díez. Lo peor no es que nos quiera salvar. Lo peor es que nos quiere aburrir en nombre de España.

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