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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Socialismo democrático

Miembro del PSOEEn un momento en que el país entra en un proceso de clarificación política, la aparición reciente de diversas agrupaciones que usan el calificativo de socialdemócratas está introduciendo un poderoso elemento de confusión.

En cierto modo es comprensible que, enfrentados ante un inminente proceso electoral, tras cuarenta años de dictadura, los españoles estén absolutamente desorientados en cuanto al significado de las diversas opciones y corrientes políticas.

Da la impresión de que la clase política que se benefició con el franquismo, bien porque creía en el carisma del general, bien porque interesada en los problemas comunitarios no tenía entonces otra alternativa que servir al dictador, está realizando desde su muerte un esfuerzo titánico para convertirse á la democracia y adaptarse al pluralismo político.

Tras la muerte del general, casi todos los componentes de la pletórica clase política, compuesta en su mayoría de altos funcionarios y miembros conspicuos de los grandes cuerpos y de las más prestigiosas profesiones, se declararon por arte de birlibirloque demócratas de toda la vida: conservadores, regionalistas, liberales, etcétera.

Es natural que, aprestándose a aplicar las nuevas reglas del juego democrático, la clase política del franquismo, que por sus vinculaciones con la gran finanza, las empresas públicas y los créditos y concesiones otorgados por la Administración, unido todo ello a la evasión fiscal generalizada, goza de elevados niveles de renta y dispone, en general, de patrimonios saneados, se dispusiera a ocupar el espacio político de la derecha, de quienes quieren conservar las relaciones de poder económico prevalecientes. Y es lo que ha venido haciendo durante los últimos meses.

Pero hete aquí que durante las últimas semanas su ambición se ha extendido a ocupar parte del espectro político de la izquierda. Tras haber sido rechazados por los partidos políticos que se opusieron frontalmente a la dictadura, que los calificaban de oportunistas, bastantes colaboradores del franquismo se están poniendo ahora la piel socialdemócrata. ¿Pero, cómo van a ser reconocidos como tales por los socialistas democráticos de siempre, perseguidos y vejados cuando ellos ocupaban subsecretarías y direcciones generales?

Quienes desde hace muchos años vienen defendiendo posiciones socialdemócratas bajo la dictadura no pueden aceptar la tardía conversión al socialismo de diversos grupos de tecnócratas colaboracionistas con Franco, que últimamente solicitan afanosamente la aportación de demócratas e izquierdistas sinceros y probados para dar un viso de credibilidad a su operación de travestitismo político.

Estoy seguro de que los socialdemócratas consecuentes tienen su sitio dentro del PSOE, como en Francia lo tienen en el PSF y en Portugal en el PS de Mario Soares, partidos todos de vocación gubernamental y mayoritaria capaces de desarrollar una acción militante en los lugares de trabajo y residencia.

Durante las últimas semanas, múltiples comentarios convergen en insistir en la radicalización hacia la izquierda del PSOE, pretendiendo arrinconarlo junto con los comunistas. Ello deja libre un espacio político que los socialdemócratas de la penúltima hora se aprestarían a ocupar, apoyados en las fuerzas del capitalismo moderno, de la derecha inteligente, que dominan el denominado Centro Democrático, confusa amalgama electoralista que no muestra hasta ahora suficiente coherencia ni disciplina interna.

Conviene recordar que en el PSOE, partido de masas y democrático, sus dirigentes lo son si cuentan con el apoyo de sus bases militantes, no en función de méritos profesionales, y mucho menos en consideración de su carrera política o académica bajo la dictadura. De ahí que muchos de los autotitulados dirigentes socialdemócratas no hayan podido integrarse en las filas del PSOE, a pesar de sus diversas aproximaciones a este partido durante los últimos meses.

Por lo demás, la radicalización aparente de algún sector. del PSOE tiene causas meramente coyunturales: afluencia masiva de nuevos afiliados insuficientemente formados y, por tanto, proclives al verbalismo revolucionario; luchas por el poder dentro del partido, en que la demagogia es una buena arma para conseguir adeptos y llevarse asambleas; insuficiencia de cuadros intermedios capaces de racionalizar el ímpetu de muchos recién afiliados que confunden con frecuencia sus deseos de cambio social con las realidades de nuestra estructura socioeconómica de país desarrollado de alto nivel de consumo.

La historia del PSOE fue durante sesenta años de legalidad la de un partido pacifista, con unas plataformas electorales gradualistas que buscaban en todo caso mantenerse pegadas a las reivindicaciones mayoritarias de las clases trabajadoras. Y ello aunque implícitamente. en su declaración de principios la inspiración fuera esencialmente marxista.

En el PSOE compartieron el poder marxistas arcaicos, corno Largo Caballero, y marxistas críticos, como Besteiro, junto con pragmáticos, como Prieto, y humanistas racionalistas, como Fernando de los Ríos. Todos formaban parte de un amplio colectivo, cuyo objetivo era y sigue siendo la conquista del poder por los sectores y clases trabajadoras, y la transformación en profundidad de una sociedad injusta y alienante.

Es irremediable que la preparación de las próximas elecciones conduzca al PSOE por sus cauces históricos. Será necesario poner el énfasis en el programa de transición y en la plataforma electoral, olvidándose provisionalmente de los bellos objetivos cargados de utopía. Precisando buscar la audiencia de unas masas despolitizadas y angustiadas por la agudización de las consecuencias sociales de la crisis económica, los socialistas democráticos tendrán que concretar sus soluciones frente a los grandes problemas del paro, de las deficiencias de la educación y la Seguridad Social, del urbanismo salvaje y especulativo, que ha hecho de nuestras urbes unos conglomerados donde la calidad de la vida está cada año más degradada.

Sin embargo, no basta con aportar, soluciones técnicamente bien elaboradas a los problemas que se nos echan encima. Hace falta que tales soluciones sean creíbles, demostrando la capacidad y determinación para realizar las transformaciones imprescindibles en la estructura de poder económico responsable en gran medida de la situacién, crítica en que nos hallamos.

Creemos que la corriente socialdemócrata del PSOE está perfectamente calificada para poner en marcha un programa de reformas en profundidad que tenga las dos características conjugadas de ser técnicamente factible, sin destruir los difíciles y delicados mecanismos. económicos y, al propio tiempo, ser aceptable por unas clases trabajadoras cada vez más conscientes de sus derechos.

Para conseguir sus objetivos, el PSOE cuenta con la solidaridad reiteradamente probada de los grandes partidos socialdemócratas, socialistas y laboristas integrados en la Segunda Internacional. Habiendo participado directamente en las gestiones que durante 1972 y 1973 concluyeron en el reconocimiento del PSOE como único partido español afiliado a la Internacional Socialista, me consta que fue la convicción de los socialistas europeos de que era la única organización socialista con capacidad de proyección sobre las masas, y a la vez dotada de una estructura interna absolutamente democrática, el factor que decidió el apoyo exclusivo al PSOE. Apoyo indispensable, si no queremos hacer frente solos a la grave crisis económica y política en que estamos inmersos.

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