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Entrevista:

Central de Zorita: "En toda nuestra historia no ha habido el mas mínimo accidente"

La clave del problema está en la muerte, el 13 de agosto de 1976, de Antonio Prados Camacho, empleado de la central nuclear. Según la autopsia, la muerte sobrevino por leucemia aguda indiferenciada con filtraciones en médula ósea ganglios linfáticos, hígado, riñones, tráquea, pulmones y testículos Igualmente, se aprecia -seguimos citando la autopsia- hemorragia renal bilateral, hemorragia digestiva y edema pulmonar bilateral.Para los querellantes, como informábamos ayer, el cuadro encaja perfectamente en un síndrome de irradiación agudo, comprensible sólo por una exposición a una dosis radiactiva sumamente alta.

«No ha habido accidentes»

Nuestra conversación en la empresa propietaria de la central, Unión Eléctrica, se celebra con el subdirector general, Eduardo Díaz Río y con el propio director de la central nuclear José Cabrera de Zorita, José Juan Villa.-En principio debe decirse que el supuesto de un accidente es absolutamente falso. En los años de funcionamiento de la central de Zorita no ha habido el más mínimo incidente. La central, como todas las centrales del mundo, está construida con todas las garantías de seguridad. Por otra parte, en el momento en que se cita la muerte de este señor, no ha habido ninguna recarga de combustible.

EL PAIS: La recarga, ¿es momento peligroso?

-No, no es que sea peligroso en sí, pero es una fase crítica en la que se mueve el combustible y, por tanto, en la que puede haber, si no un mayor riesgo, sí al menos mayores posibilidades de que pudiera ocurrir algo. Pues bien, este señor no entró, durante esta etapa, en el recinto de contención. Es decir, que ni siquiera estuvo expuesto a un hipotético peligro de una hipotética radiación.

Antonio Prados Camacho, el empleado fallecido, entró a trabaja en la central de Zorita en agosto de 1975. Hasta mediados del mes de septiembre trabajó en el taller mecánico, de donde pasó al servicio de inspección radiológica, llamada en el lenguaje de las centrales policía radiológica. Y de ahí, al servicio de entrega de ropa protectora, destino en el que se encontraba en la última recarga de combustible.

Controles radiactivos y médicos

«Conviene quizá que se sepan las medidas de seguridad que existen en una central nuclear. Dos veces al año hay una revisión de todo el personal. Además, todos los días, al entrar, se da a cada uno de los trabajadores un dosímetro, que tiene que llevar constantemente puesto. El dosímetro es una placa donde se registran las posibles radiaciones que recibe. Todos los meses, esos dosímetros se someten a control estricto por la Junta de Energía Nuclear. Pero además existe esa policía radiológica, que vigila constantemente y que todos los días hace un chequeo radiológico a las instalaciones. Pero además, por si fuera poco, si un empleado tiene que trabajar en una zona de riesgo, va antes esta policía con detectores, miden las radiaciones e indican la protección que debe llevar un trabajador para estar allí. Tras ello, se da un permiso de trabajo muy controlado de acuerdo con las exigencias. Esta es la mecánica normal en todas las centralés.EL PAIS: Según eso, la policía radiológica, donde trabajó Antonio Prados Camacho, es la más expuesta a las radiaciones, puesto que es la que tiene que inspeccionar.

-Todo lo contrario. Son los más protegidos, porque son quienes, van con unas pértigas que a su extremo tienen un detector y les indica previamente la peligrosidad real del lugar.

La radiactividad del fallecido

El día 4 de agosto, Antonio Prados Camacho se daba de baja en la central nuclear e ingresa en la residencia sanitaria de Guadalajara. «Para nosotros, que sentimos mucho la muerte de este hombre, el problema acaba ahí. Los mecanismos médicos han seguido su curso. Es un enfermo que se muere. Y como no hubo accidente alguno, creímos, creemos y creeremos que la muerte fue natural. »EL PAIS: ¿Tienen ustedes controles de sus exámenes radiactivos?

-Sí. Las leyes permiten una radiactividad de tres rems por trimestre, y cinco por año. (El rem es una unidad de absorción radiactiva. Estas cantidades están consideradas internacionalmente como inofensivas, independientemente de la cualidad biológica del sujeto.) Si por cualquier circunstancia un hombre llegara a tres rems en un mes, habría que dejarle sin pisar la central en ese trimestre. Si hubiera sobredosis y llegara a cuatro, tendría que estar sin ir a la central en el año, para no llegar a la dosis última. Pues bien, Antonio Prados, según los controles, recibió en los dos últimos trimestres de 1975, 8710 milirems, es decir, una cantidad mínima. En 1976, según nuestros controles, recibió 1.120, 1.130 y 300 milirems, es decir, un total de 2.550; o sea, aproximadamente la mitad de la dosis permitida.

EL PAIS: ¿Cuándo fue sometido Antonio Prados al último control médico en la empresa?

-En el mes de junio de 1976.

EL PAIS: Es decir, apenas mes y medio antes de morir. ¿Cuál fue el resultado?

-Absolutamente normal.

EL PAIS: ¿Y es posible en un plazo tan breve el desarrollo de una leucemia tan disolvente y un síndrome tan brutal?

-Eso tendrán que decirlo los médicos. Yo no le puedo decir.

A lo largo de toda la conversación, cordial y abierta, se hacen referencias continuas a que en esta época, en el momento que se cita no ha habido el más mínimo incidente. Es cuando el director de la central nos dice:

-En una ocasión, en 1971, hubo tres casos de sobredosis radiactiva. Tres empleados que sobrepasaron el límite del trimestre, y estuvieron sin estar expuestos durante el resto del año. Pero no hubo nunca nada más.

EL PAIS: ¿Y cómo se pudo producir entonces?

-No sé. Quizá un error de medición, o un error de protección.

Otros temas

Partiendo de la base de que no ha habido ni accidente ni hecho fortuito, el subdirector general de la empresa y el director de Zorita niegan que haya contaminación de aguas, y que haya esas transformaciones genéticas a que alude la querella. Si hay estudios de abortos y los sanitarios tienen algo que decir, le darán curso en la querella.-Además, a doscientos metros de la central -dice su director hay un poblado donde vivimos 56 familias y no hay nada anormal. Nuestros hijos tienen anginas, como las tienen los de todo el mundo. Y hace diez años que nosotros vivimos allí. No ha ocurrido nada y nadie ha intentado ocultar nada. Esperamos que todo esto se aclare en el juzgado, cuando la querella llegue a nosotros.

La opinión de un oncólogo: irradiación

Algo no concuerda en todo esto. La pregunta sigue en pie: ¿Cómo es posible que tras una revisión normal, apenas mes y medio -después aparezca ese tremendo síndrome de la leucemia generalizada? Trasladamos la pregunta al doctor Brasa Bernardo, oncólogo. -El ideal para responder a su pregunta sería recomponer de forma absoluta el cuadro clínico. Con los datos de que disponemos hay que pensar que las lesiones en ganglios y en médula ósea y, en general, todo el síndrome, debe provenir de una irradiación masiva. Al menos todo hace pensar eso. La posibilidad del desarrollo por un virus es prácticamente nula, muy remota. Porque, según los datos, afecta a todo el organismo. Podría pensarse quizá en una irradiación intensa y prolongada hasta llegar a un punto culminante. De todas formas, íntimamente, se me plantea el problema de su posibilidad. Si nosotros, en el Instituto del Cáncer, tenemos tantos controles, ¿cómo es posible pensar en una irradiación en una central nuclear, donde la vigilancia es muchísimo mayor? Por ese lado también me parece imposible.

EL PAIS: ¿Podría otra causa cualquiera haber desencadenado este síndrome?

-Habría que pensar en una intoxicacion aguda, bien por agentes químicos, directamente, bien por gases. No puedo decir. De todas formas, pensar en la irradiación deja una pregunta en el aire. Al ser masiva, alguien más tendría que haberse irradiado, ¿no? Todo es extraño.

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