Shakespeariana
¿Y si no les salen las cuentas? En el último trimestre, la recesión de la economía española se reducía a una décima. ¿De verdad esperan tanto de una sola décima? Si a pesar de todos los errores del Gobierno, la curva de los grandes números llega a invertirse en un futuro inminente, seguiremos teniendo una tasa de paro insoportable, pero entonces, ¿sus drásticas reclamaciones de reducción del gasto público para inspirar confianza en los mercados internacionales, habrán tenido sentido? Y sobre todo, ¿acaso soy yo la única que piensa esto?
La ocurrencia de Rajoy, que le situó a medio camino entre el impresionismo naïf y el mejor chiste de un concurso de monólogos, al instar a los parlamentarios socialistas a relevar a Zapatero, adquiere tintes dramáticos al otro lado del túnel. Desde esa perspectiva, sus propuestas dejan de ser simples, aunque gruesos, fallos dialécticos, para transparentar una desesperación evocadora de ciertos célebres monarcas shakespearianos, que fingen avanzar, afilando su gesto y su discurso, mientras huyen en realidad, despavoridos, del destino que remueven en su caldero unas brujas tan siniestras como pacientes.
No se trata sólo de que él haya perdido ya dos elecciones, las mismas que ha ganado su rival, sino del estado en el que dejaría a los suyos una nueva derrota. Entonces, Shakespeare no será suficiente. Tal vez, ni siquiera Sófocles. Y la consigna del "cuanto peor, mejor", a la que el PP parece dispuesto a consagrar sus energías durante los dos próximos años, apenas habrá servido para sembrar de espinas la pista de un corral de gallos de pelea, dispuestos a lo que sea con tal de sucederle. Ya sé que no debería preocuparme por esto, pero encuentro que Shakespeare ennoblece misteriosamente a Mariano. Quizás debería preocuparse él, porque confieso que nunca me había interesado tanto como ahora.
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