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Columna
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El hombre lobo

Después de la movida del estreno de la película The Wolfman el pasado fin de semana supongo que tendremos aullidos, sangre y horror para rato. Sin embargo, un licántropo no es un ser humano al que sin poderlo remediar le salen pelos por todo el cuerpo y del que se apodera una insaciable sed homicida las noches de claro de luna. Los hombres lobo, según una vieja leyenda hindú recogida por Platón en La República, son niños que se perdieron en el bosque y a los que cuidaron ciertos animales, no siempre lobos, como hijos suyos. Rómulo y Remo, los fundadores míticos de Roma, a los que la loba romana dio de mamar, eran hombres lobo. Ya comprendo que el tono siniestro y horripilante de la versión cinematográfica es mucho más emocionante que lo que les estoy contando, pero no desdeñen esta historia. Para los psicólogos y para los lingüistas, los hombres lobo, que existen en la realidad, resultan interesantes porque permiten comprobar cómo la falta de trato con los seres humanos impide la maduración completa del cerebro de estos niños, por lo que, una vez vueltos a la civilización, son incapaces de comportarse socialmente y de hablar con fluidez. Uno de los casos más célebres fue el de Víctor, el niño salvaje de Aveyron, inmortalizado por Truffaut.

Niños salvajes hay más de los que nos imaginamos. Por ejemplo, ¿qué pensar del reciente intento de modificar la composición del Consell Escolar? Es evidente que los representantes sociales resultan incómodos para la administración, pero son la base de la democracia: cambiar las proporciones de representatividad, haciendo mayoritarios a los miembros nombrados a dedo por esta, equivale a convertir el organismo en una asamblea infantiloide más propia de otro régimen -¿se acuerdan de la "democracia orgánica"?- que de un país de la UE. Da la impresión de que la soledad selvática en la que viven los miembros del Consell desde hace un año está propiciando actitudes de hombre lobo ya superadas. Otro caso de aislamiento conducente a la licantropía es el del propio presidente: por supuesto que a un niño le apetece más jugar con un coche de carreras o retratarse en un barquito que reunirse con los empresarios para poner coto a la pavorosa sangría económica que estamos padeciendo, pero es que se supone que está al frente de la Comunidad. Y ya puestos, ¿qué me dicen del líder de la oposición cuando promete un cuarto de millón de nuevos puestos de trabajo con la alegre inconsciencia de un crío que alardea de las posesiones de su padre delante de los amigos?: tres lustros de soledad de poder son mucha carga y parece que se nos ha vuelto lobo también. De todas maneras no se fíen: a lo mejor todos ellos son licántropos como el de la película y muerden en cuanto te descuidas.

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