Como el rosario de la aurora
Batalla campal en San Mamés entre los seguidores del Athletic y los del Anderlecht
No era un buen partido, pero tenía esas trazas de los grandes enfrentamientos, que es cosa distinta. Tan distinta que acabó en batalla campal en San Mamés al término del encuentro cuando los seguidores belgas saltaron al césped y se enfrentaron a los rojiblancos, lo que obligó a la intervención de la Ertzaintza. Todo había empezado mal antes del encuentro con cuatro detenidos y siguió mal al comienzo del mismo. Luego, se calmó. Lo calmó el gol del Anderlecht, que alivió a sus hinchas. Y lo calmó el de San José, que culminó el apoyo popular. Pero, al final, el empate derrapó en el césped. Los aficionados del Athletic arrojaron objetos a los del Anderlecht, que se encontraban en la tribuna inferior y huyeron al césped. Ahí comenzó todo. Golpes, enfrentamientos, choque de trenes de un área a la otra... Los ertzainas tuvieron que intervenir entonces en apoyo de los miembros de la seguridad privada, sobrepasados por los acontecimientos.
ATHLETIC 1 - ANDERLECHT 1
Athletic: Iraizoz; Iraola, San José, Ustaritz, Castillo; Gurpegi (Susaeta, m. 55), Orbaiz, Javi Martínez, Yeste (Muniain, m. 46); De Marcos (Toquero, m. 65) y Llorente. No utilizados: Armando; Koikili, Etxeberria e Iturraspe.
Anderlecht: Proto; Gillet, Mazuch, Juhasz, Van Damme; Legear, Boussoufa (Suárez, m. 91), Kouyate, Kanu; Biglia y Lukaku. De Sutter (m. 79). No utilizados: Schollen; Chatelle, Bernárdez, Diandy y Rnic.
Goles: 0-1. M. 34. Contragolpe de Lukaku, falla Iraizoz y marca Biglia. 1-1. M. 57. San José empuja un centro-chut de Susaeta.
Árbitro: Simone Trefoloni (Italia). Amonestó a Legear, Juhasz y Kouyate.
Unos 35.000 espectadores en San Mamés.
La peor imagen posible en San Mamés, que se apuntaba a disfrutar de su día deportivo con una eliminatoria de competición europea conviviendo con el inicio de la fase final de la Copa del Rey de baloncesto. La fiesta acabó a palos. En el partido, los chicarrones eran los de la comuna de Anderlecht (por algo el lateral izquierdo se llama Van Damme) y los corajudos, los de Bilbao, apoyados por un público fiel mientras el equipo belga sólo veía a sus cientos de aficionados enfrentarse con la Ertzaintza.
Primero, se impuso el músculo. Un carrerón de Lukaku, de 16 años, 1,92 metros y 94 kilos, orgullo del fútbol belga, demostró que el tamaño sí importa. Ganó, aguantó, resitió y quebró el acoso del desesperado Castillo. Le ayudó Iraizoz al poner manos de pastel a su fuerte disparo y dejarlo en los pies del argentino Biglia. No hizo más Lukaku en la primera mitad. Fue suficiente para su equipo, que no buscaba más botín que la calderilla del empate y se vio por delante en el marcador.
En la otra área sufría Llorente. Primero, con los centrales, que le daban y le daban, le empujaban, le agarraban y el colegiado italiano ni miraba ni pitaba. Y sufría con su propio equipo, que le trata, en la forma de jugar, como a un novel, como a un meritorio que está allí para que les devuelva el balón cuando lo baje de las nubes. Así que decidió jugárselo él solo, a sabiendas de que podía y podía con los rugosos centrales del Anderlecht. El resto de compañeros estaba tan lejos que Llorente se empezó a buscar la vida.
A Caparrós, al Athletic, no le preocupa su visibilidad ni siquiera su previsibilidad. Es plano, en la pizarra, como la casita de las montañas. Da igual. Prevalece el corazón. Más aún cuando se encuentra con un gol insospechado que le acelera la tensión hasta el límite permitido. Incluso así Caparrós reacciona y busca la habilidad, el desborde, la actitud individual, es decir Susaeta y Muniain, dos bajitos a los que les gusta improvisar de vez en cuando. Y, cuando inventó, Susaeta se sacó un centro-chut que era gol, pero por si acaso lo remachó San José.
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