Kaká sigue perdido
La estrella brasileña desaprovecha la ocasión de demostrar su relevancia en el Madrid
Cuando fichó por el Madrid, en 2001, Zidane tardó tres meses en ponerse a la altura de su reputación. Que Zidane haya sido indiscutiblemente uno de los mejores jugadores de todos los tiempos contribuye a valorar el mensaje aleccionador de un episodio muy recordado en el Bernabéu. Los estrategas de la comunicación del club han recordado el precedente y lo han esgrimido como coartada para explicar que incluso los superdotados necesitan un tiempo de adaptación para acomodarse a la nueva realidad. Funcionó con Ronaldo, Robinho, Robben y Cristiano. En todos los casos, estos jugadores recuperaron su mejor versión antes del ecuador de la primera temporada. En el caso de Kaká, el plazo se acabó.
Una lesión de pubis no explica por sí sola 20 partidos sin marcar la diferencia
El equipo necesita buenos interiores con urgencia. Hoy, Guti es una joya única
Kaká tiene problemas. Lleva siete meses en el Madrid y sigue jugando igual que en la pretemporada o peor. Los motivos son difíciles de averiguar, puesto que el propio Kaká dice que está fenomenal y su entrenador, Manuel Pellegrini, lo ratifica. Pero el campo revela otra realidad. La Champions dicta las sentencias más justas. La competición es el mejor diagnóstico.
Ayer la Champions confirmó que Kaká no sabe cómo asumir la responsabilidad que le reclama Pellegrini. El equipo está flaco de mediocampistas, necesita enganches, conductores. Es la misión que le encomiendan a Kaká, en la presunción de que tiene recursos para llevarla a cabo. Pero Kaká no consigue cumplir los requisitos mínimos. Los compañeros le piden toques sencillos y él les propone soluciones individuales, difíciles. Casi siempre acaba chocando. No regatea, no amaga, no engaña. Le queda la potencia, el arranque, y a eso se aferra con desesperación. Eso hizo ayer y la pelota acabó en poder del Lyon. Cuando intentó el pase, su suerte fue la misma: el Lyon contragolpeó. Al cabo de la velada, Kaká se convirtió en el jugador del Madrid que más balones perdió. Fueron 13. Demasiados para un futbolista encargado de orientar el ataque.
Kaká es un jugador experimentado. Tiene 27 años y ganó un Mundial con 19. No es probable que le pesen los 67 millones de euros que costó su fichaje. Sin embargo, da síntomas de confusión. Pellegrini tiene trabajo. El problema que tiene ante sí no pertenece al orden de los médicos ni al de los preparadores físicos. Kaká dijo hace poco que se había recuperado completamente de la pubalgia y que pronto alcanzaría su mejor nivel. Debe de tener razón. Su cuerpo parece responderle. Lo que le falla es el criterio y el temple. Ayer se vio frustrado y repartió un par de plantillazos a Réveillère y Toulalan. El mediocentro se llevó un tajo en el brazo derecho.
Una lesión de pubis no explica por sí sola 20 partidos sin marcar la diferencia. Contra el Lyon se equivocó con demasiada frecuencia. Perdió una oportunidad excelente de demostrar que todavía es un jugador relevante. Las decisiones de Pellegrini no le respaldaron.
A Kaká no le ayudó el planteamiento de su entrenador, que resolvió blindar la defensa con Diarra patrullando el medio centro, tirado a la izquierda. La propuesta resultó mezquina y poco útil. Diarra no fue capaz ni de repartir rápido el juego ni de ayudar a Marcelo con Govou y Réveillère en la banda izquierda. Como el Sevilla en el Sánchez Pizjuán, el Lyon se ensañó con el lateral brasileño. Como aquella noche, Diarra fue titular. El experimento resultó arriesgado. Diarra ha jugado muy poco esta temporada -sólo tres veces como titular- y no ha incorporado los automatismos del juego del equipo. Ha coincidido poco con sus actuales compañeros en competición. Esto no disuadió a Pellegrini, que mandó a Lass al banquillo. El resultado fue decepcionante. Lo pagó el Madrid, que perdió precisión y limpieza en la salida.
Pellegrini orienta los entrenamientos hacia el perfeccionamiento de las combinaciones. Dispone prácticas en un campo reducido, partidillos de gran intensidad para afinar el estado físico y el pase. Así se supone que proliferan las sociedades. Sin embargo, en la competición el resultado es diferente. Por más que entrena, Pellegrini precisa interiores puros con urgencia, mediapuntas de verdad. En la plantilla hay pocos. Kaká, que se siente un delantero, intenta retrasarse sin éxito. En estas condiciones, Guti es una joya de incalculable valor.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.