Yemen se queda sin agua
Cada habitante sólo dispone de 125 metros cúbicos anuales, frente a los 2.500 de media mundial - El ritmo de consumo supera al de reposición
A medida que uno se aleja del centro de Saná, el paisaje urbano se ve invadido por grandes depósitos metálicos que ocupan no sólo los tejados, sino también muchos callejones. "Son para el agua porque la traída no llega hasta aquí", explica Mohamed Ahmed, un vecino de Wadi Dhahr, en el noroeste de la capital yemení.
Ni hasta allí, ni hasta la mitad de los habitantes de la ciudad. Incluso en los barrios donde hay agua corriente, el suministro sólo se produce en días alternos. La desbocada explotación de los acuíferos amenaza con dejar seca a Saná de aquí a 2025. En el resto del país, la situación no es mejor.
El Banco Mundial considera a Yemen "uno de los países con más escasez de agua". Cada yemení sólo dispone de 125 metros cúbicos de agua anuales, frente a los 2.500 de media en el mundo, o los 1.250 de Oriente Próximo y el norte de África. Eso se traduce en que el 80% de los 23 millones de yemeníes sufre restricciones de agua, más allá de que el abastecimiento llegue a un 46% de la población rural y un porcentaje ligeramente mayor en las ciudades.
Hay que perforar los pozos hasta 200 metros y se hace sin control
El conflicto creado está en la raíz de enfrentamientos tribales
El país de la reina de Saba no es el único sediento en un planeta donde, según la ONU, 1.100 millones de personas aún no tienen acceso a agua potable. Sin embargo, su elevada tasa de natalidad (la población se ha triplicado desde 1975), la rápida urbanización, el cultivo de qat (una hierba estimulante y ligeramente narcótica consumida por dos tercios de los yemeníes y que requiere mucha agua), la perforación arbitraria de pozos y la falta de concienciación de sus habitantes, están haciendo estragos, según las conclusiones de un reciente seminario organizado por del Sheba Center for Strategic Studies.
Las reservas de agua se consumen a un ritmo superior al que se reponen. Según las últimas estadísticas oficiales, Yemen gasta 3.500 millones de metros cúbicos al año, en tanto que sólo capta 2.500. Con los acuíferos que rodean a las grandes ciudades destinados a la agricultura (el 93% del total, del que el qat se lleva una tercera parte), las autoridades difícilmente pueden atender a los nuevos proyectos residenciales e industriales. Los pozos son cada vez más hondos y el coste de la extracción mayor, tanto en términos económicos como medioambientales.
En Saná, situada sobre una meseta a 2.200 metros de altura, solía encontrarse agua a 20 metros de profundidad. Ahora, hay que perforar hasta 200 y, lo que es más grave, se está haciendo sin control. El ritmo de agotamiento de los acuíferos es tal que los expertos del Ministerio de Agua y Medio Ambiente temen que la ciudad se quede sin agua antes de 15 años.
"Saná no puede sostener su actual crecimiento", ha advertido el profesor de geología Mohamed al Dubaei, que sugiere reducir a la mitad sus dos millones de habitantes. Otros analistas son menos drásticos y proponen una mejor gestión de los recursos. Sólo en fugas se estima que se pierde el 60% del agua de la traída en las zonas urbanas.
Y luego están los pozos ilegales. "Figuras influyentes están perforando pozos en Saná y el Ministerio de Agua es incapaz de evitarlo", ha denunciado el ex ministro del ramo Naser al Awlaqi, dando a entender falta de voluntad política.
"Dependiendo del tamaño y de la época del año, llenar el depósito de agua nos cuesta entre 1.500 y 2.500 riales [entre 5,2 y 8,7 euros]", explica el antes citado Ahmed, cuya familia suele consumir dos depósitos al mes. Pero quienes tienen agua corriente en casa también necesitan comprar reservas ante la irregularidad del suministro (en Taiz, la tercera ciudad del país, la traída sólo abastece cada 45 días). Ese gasto, aparentemente modesto, se lleva entre un 10% y un 50% de los ingresos de muchos yemeníes. Y con un 42% de la población bajo la línea de la pobreza, gran parte de ellos dependen de la caridad de las mezquitas para cubrir sus necesidades.
En un país plagado de problemas políticos y económicos, la escasez de agua no ha recibido la atención de los gobernantes hasta fechas recientes. Pero, a diferencia de otros conflictos, éste no sólo afecta a toda la población, sino que está en la raíz de muchos de los enfrentamientos tribales. Investigadores de la Universidad de Saná atribuyen al agua entre el 70% y el 80% de las disputas en el medio rural.
La prensa local se ha hecho eco recientemente de un choque entre clanes de las provincias de Hajjah y Amran por un pozo situado entre ambas. En otro caso, las autoridades de Dhamar se han visto obligadas a establecer controles de carretera ante las denuncias de sus habitantes sobre camiones que les roban el agua para regar los cultivos en las provincias vecinas.
El propio ministro de Agua y Medio Ambiente del país, Abdulrahman al Eryani, ha atribuido el aumento de la violencia a la lucha por los recursos. "Se manifiesta de muchas formas distintas: conflictos tribales, sectarios, políticos. En realidad, todos tienen que ver con el reparto y la participación en los recursos del país, sea el petróleo, el agua o la tierra", aseguró en una entrevista publicada en el diario estadounidense The Christian Science Monitor.
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