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La primera crisis del euro

Atenas prepara el terreno para nuevos recortes en marzo

María Antonia Sánchez-Vallejo

Los griegos inician la semana a medio gas, en medio del retorno masivo de un puente festivo de tres días, pero con la vista puesta en la reunión de hoy del Eurogrupo y la que mañana celebrará el Ecofin, así como en la más que previsible aparición en escena del Fondo Monetario Internacional (FMI), mientras se diluye la ambigüedad -y con ella, toda esperanza real- del apoyo que dio el jueves pasado la Unión Europea al Gobierno de Atenas.

Tras los primeros momentos de satisfacción (Papandreu calificó en Bruselas de "hálito de vida" el respaldo de los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión, para luego criticar en Atenas la dilación y descoordinación de los Veintisiete al afrontar la crisis griega), comienza a verse la letra pequeña del acuerdo: la casi segura aplicación de medidas adicionales a partir de marzo, la desaparición en la práctica de la 14ª paga, o paga de vacaciones, y la supervisión directa y estrecha de la UE, en teoría trimestralmente, que en Grecia se percibe como un menoscabo de la soberanía nacional.

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La pariente pobre

El país que el primer ministro socialista, George Papandreu, un filonórdico confeso, pretendía convertir en "la Dinamarca del sur", corre el riesgo de devenir la "Letonia meridional", es decir, el pariente más pobre de Europa, como señalaba en su edición de ayer el diario To Vima (centro-izquierda). Mientras los periódicos publican diariamente guías prácticas para orientarse en la reforma fiscal y el nuevo sistema de pensiones, subrayan también los próximos ataques que contra la economía griega está planeando el "directorio trilateral

[Comisión Europea, Banco Central Europeo y Eurogrupo]" que supervisa la crisis.

Así, en términos poco menos que de conjura, lo presentaba ayer el diario Vradyni, recogiendo una opinión popular muy extendida. Pero más gráfico resultaba el titular de portada del populista Avriani: "Los vampiros de Europa quieren más sangre de Grecia".

Entre nuevas movilizaciones, como la que mañana martes podría dejar al país sin suministro de carburante -cuyo consumo el Gobierno pretende gravar con nuevas tasas-, ni servicios de aduana, ya afectados desde hace semanas por las protestas de agricultores y transportistas, Grecia afronta a partir de hoy, y en segunda convocatoria, el porvenir de su propia existencia, que todos coinciden en calificar de espartana.

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