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Carnaval en remojo

La lluvia deslució la rua del carnaval de Barcelona. Hubo más participantes, pero menos público contemplando el desfile. Minutos antes de que empezara la rua del carnaval, los ciudadanos se instalaron tras las vallas que delimitaban la zona de la avenida del Paral·lel destinada al desfile. Una llovizna tenue amenazaba con ir a más, por lo que parte del público ya había acudido preparado con paraguas y capuchas. Un pequeño grupo, en primera fila, pegado a la valla separadora, llevaba de atuendo carnavalesco un enorme plástico impermeable que parecía reciclado de algún contenedor próximo. Cerca se oían los cohetes que anunciaban el inicio de la fiesta, ante la impaciencia de los niños, casi todos disfrazados.

Esta rua contó con más comparsas que las ediciones anteriores. Fueron 55, frente a la treintena que acostumbraba a participar en las convocatorias de los últimos años.

En total, unos 3.000 vecinos participaron disfrazados.El Ayuntamiento quiere concentrar las ruas de barrio en esta avenida. Así, además de los 20.000 euros repartidos en premios, se incluye uno especial a la mejor comparsa de barrio, dotado con 3.500 euros.

Marta Almirall, directora de Fiestas del Instituto de Cultura de Barcelona, destacó la voluntad del Ayuntamiento de fomentar la relación entre entidades y comunidades aglutinando las fiestas de carnaval que, otros años, se celebraban desperdigadas por los barrios barceloneses.

Evitó hablar de si ha habido recortes presupuestarios, recordando que en esta edición las comparsas han contado con una subvención del Ayuntamiento para incentivar su participación. Sin embargo, un miembro de la organización que quiso permanecer en el anonimato afirmó que sí se había recortado el presupuesto, en parte con una reducción de personal: "El trabajo que hacían cuatro, este año lo tienen que hacer sólo tres personas".

La boda de una Millet

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Los gigantes Rodanxó y Rodanxona encabezaron el desfile. Inmediatamente detrás seguía una comparsa que escenificaba la boda de la hija de Millet en el Palau al ritmo de samba, sátira bien recibida por el público. Los jóvenes que la formaban eran vecinos del Palau. Entre el público, un joven israelí contemplaba con mirada escéptica el espectáculo. Iván, maestro pastelero que lleva un año trabajando en Barcelona, comentaba con desencanto que la fiesta le ha producido desilusión, por la poca implicación del público y la falta de espectacularidad de la rua. Mientras tanto, otra comparsa atravesaba la avenida, acompañada de un ritmo más frenético. Formada por dominicanos, bailaban con un desenfreno mucho mayor que el mostrado por los participantes autóctonos. Uno de ellos, José Domingo, de 22 años y originario de República Dominicana, consideraba que participar en esta fiesta "era un gesto de hermandad" y aseguraba que su comparsa no habría sido posible sin la ayuda de 3.000 euros del Ayuntamiento.

Entre el público, Nicolás y Trinitat, ninguno de ellos disfrazados, comentaban que la rua se vive mejor en poblaciones pequeñas o en barrios, donde sí han participado, porque los vecinos se implican más. Próximos a ellos, un grupo de muchachos iban de piezas de Lego, con vestimenta elaborada por ellos y de la que se sentían muy orgullosos por haberles costado 12 euros escasos. Decían que su única voluntad era la de divertirse en estos tiempos tan "asquerosos", tener un día de alegría.

El público de la <i>rua</i> en Barcelona tuvo que protegerse de la lluvia.
El público de la rua en Barcelona tuvo que protegerse de la lluvia.GIANLUCA BATTISTA

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