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Reportaje:RUTAS URBANAS

La cuadratura de Barcelona

Tabernas y bares de toda la vida y fachadas modernistas en el Quadrat d'Or

El Quadrat d'Or es el símbolo por antonomasia de la Barcelona burguesa y representa el primer impulso de la ciudad por abrazar la modernidad. Siguiendo al pie de la letra el Plan Cerdà, el barrio empezó a construirse hacia 1860 con el dinero de la burguesía. El afán competitivo y exhibicionista desató una especie de competición por lograr los mejores acabados ornamentales, las cúpulas más espectaculares... Todo de la mano de los arquitectos modernistas estrellas del momento (Gaudí, Domenech i Muntaner, Puig i Cadafalch). El sueño: convertir Barcelona en el París con palmeras. El paseo de Gràcia surgió como nuevo eje urbano y alrededor suyo se erigió esta suerte de museo al aire libre que limita con las calles de Aribau, paseo de Sant Joan, Diagonal y Gran Via.

Un siglo y medio después de que Cerdà se manifestara como uno de los más grandes visionarios del urbanismo, el Quadrat d'Or es un imán de turistas, lugar de oficinas, viviendas de techos altos, patios amplios, porcioladas (añadidos de cemento a edificios catalogados perpetrados durante la infausta época del alcalde franquista Porcioles) y una extraña mezcla de negocios. Pero aquí también hay mucha historia que va más allá de la Pedrera y la Casa Batllò.

La 'dreta'

Derecha e izquierda se definen según se observa la cuadrícula dando la espalda al mar -hay cosas que ni las Olimpiadas pueden cambiar-, y la derecha de ese cuadrado puede ser un monstruo que se alargue hasta Glòries y más allá. Pero entre Pau Claris y el paseo de Sant Joan se halla la parte todavía más residencial y más añeja del barrio. La calle de Girona actúa de eje durante las fiestas del barrio. Al cruzar la Gran Via, la calle ofrece pequeñas perlas, como dos de las panaderías modernistas (Sarret, en el 73 de la calle de Girona, y La Concepció, en el 74), con las fachadas mejor conservadas de la ciudad -la primera aún funciona, la segunda es un centro de prevención de riesgos laborales-; el mítico Café del Centre (Girona, 69; 934 88 11 01), un espacio centenario que les sonará, pues la mitad de los anuncios de este país han sido grabados ahí. Enfrente, en el chaflán con Consell de Cent, se encuentra Betlem (Girona, 70; 932 65 51 05), uno de los mejores delicatessen de la ciudad, y, puerta con puerta, el mítico bar Funicular. Comidas caseras, azulejos y el recuerdo de que aquí detuvieron a Salvador Puig Antich. Sobre Consell de Cent, pero más cerca de Bruc, se encuentra otro vestigio de comercio modernista: Reñé (Consell de Cent, 362; 934 88 27 71). Antaño confitería, hoy restaurante que mezcla la tradición afrancesada de la cocina burguesa catalana con el sushi y charlas sobre la historia del barrio e incluso pequeñas actuaciones operísticas.

La tradición y su más o menos remozada actualización se mezclan con intentos por dotar la zona de activos culturales de filiaciones más contemporáneas. La galería Rojo (Girona, 61; 934 67 35 98) o el hotel 987 (Mallorca, 288; 934 76 33 96; www.987hotels.com) son algunas de las apuestas de una zona que se define alrededor del mercado de la Concepció, que contiene una sucursal de la cercana Flores Navarro, floristería abierta las 24 horas. En la esquina de Aragó con el paseo de Sant Joan se halla el Sant Joan (paseo de Sant Joan, 65; 932 65 71 80), uno de los bares de comidas caseras más celebrados de la ciudad -sólo abren a mediodía-, y al lado del mercado, Ravell (Aragó, 313; 934 57 51 14; unos 40 euros) se erige como otro activo de la zona. Tienda delicatessen y restaurante de hechuras elegantes, se jacta de ofrecer la mejor hamburguesa de Barcelona y una de las mejores paellas.

'L'esquerra'

Esto es otra historia. Más tráfico, más oficinas y una densidad de comercio mucho mayor. La zona sur fue bautizada hace más de un lustro como Gayxample. Si a la derecha la calle de Girona y alrededores sirven como barómetro de lo que fue, lo que es y lo que podría ser, a la izquierda tal vez sea Enric Granados la calle que más cosas tiene que contar. Convertida en los años noventa en espacio semipeatonal, al que se le añadieron maceteras, carriles bici y demás elementos que convierten el paseo en una aventura sinuosa, y el tráfico, en una prueba de obstáculos, esta calle dedicada al músico modernista del mismo nombre es, sin duda, una de las más bellas de la ciudad. En ella se encuentran restaurantes como Alba Granados (en el número 34; 934 54 61 16; unos 30 euros), galerías de arte como N2 (en el 61; 934 52 05 92), refinadas tiendas de ropa de segunda mano y peluquerías como París Vintage (en el 56), e incluso apuestas por la comida sana como Hàbaluc (en el 41; 934 52 29 28; www.habaluc.com; unos 25).

Sofisticado y encantado de conocerse, Enric Granados es un oasis en medio de un área de tráfico infernal, peatones obtusos y amantes del aparcamiento en triple fila. Sorteando todos estos inconvenientes contemporáneos, uno puede refugiarse en una de las innumerables coctelerías con solera que se encuentran desperdigadas por toda la zona. Vestigios de una Barcelona ochentera en la que parte del patrimonio canalla quedaba en manos de abogados, procuradores y demás cuellos blancos con despacho en la zona, Ideal (Aribau, 89; 934 53 10 28) o Dry Martini (Aribau, 162; 932 17 50 80), contienen barras y sofás que esconden secretos y mentiras, ni agitados ni mucho menos revueltos. Por lo demás, detalles entrañables como el mural que pintó sobre azulejos Miró en lo que antaño fuera el primer piso del restaurante Orotawa -hoy oficina en alquiler-; las peligrosas escaleras que conducen a La Bodegueta (Rambla de Catalunya, 100; 932 15 48 94); otro clásico del vermut casi decimonónico, el inabarcable Colmado Quilez (Rambla de Catalunya, 63) -algo así como un mercado de la Boqueria enlatado-, o muestras de que todavía es posible que alguien cree un negocio sorprendente y delicioso, en este caso el Fishop (paseo de Gràcia, 53; 934 67 20 52; www.grupofishop.com) del mítico Boulevard Rosa -donde comparaban las señoras de los señores que bebían con sus secretarias y sus colegas en las coctelerías de la zona-, un espacio consagrado a los productos del mar en un entorno contemporáneo. Y claro, todas las tiendas de las marcas que pueda imaginar, todos los bares de tapas que parecen antiguos, pero fueron creados hace dos telediarios, y más marcas rojas en el mapa del turista accidental, capaz de perderse incluso en una cuadrícula.

Paseo de Gràcia

Los verdaderos profesionales de la memoria barcelonesa afirman que hubo un tiempo en que las dos aceras de este famoso paseo eran entes casi antagónicos. Hoy se funden en un marasmo de tiendas de marca, restaurantes en los que cabe un campo de fútbol, flashes de cámaras y precios desorbitados. Bonitas baldosas y deliciosas farolas con bancos de azulejos, pero ahí no les diremos nada que no hayan visto, leído o escuchado antes. Para este particular, más que remontar el paseo de Gràcia, casi es mejor cruzarlo en cualquier dirección, ya sea para comerse el mágico menú degustación Cinc Sentits (Aribau, 58; 933 23 94 90; unos 70 euros) o, en la dirección opuesta, con el propósito de adquirir regalos sorprendentes y con pedigrí en Escribà (Bruc, 70; 934 88 18 82; www.escriba.es).

El Funicular, comida casera y el recuerdo de la detención de  Salvador Puig Antich, en el llamado Quadrat d'Or, en pleno Eixample de Barcelona.
Dry Martini, en la calle de Aribau de Barcelona.
El Funicular, comida casera y el recuerdo de la detención de Salvador Puig Antich, en el llamado Quadrat d'Or, en pleno Eixample de Barcelona. Dry Martini, en la calle de Aribau de Barcelona.EDU BAYERE. B.

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