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Columna
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Trastornos bipolares

Hay mujeres barbudas, lanzadores de cuchillos, monstruos de varias cabezas, energía oscura, explosiones de rayos gamma y pueblos bipolares (un sinvivir). Eso último es lo que somos nosotros. La política catalana está tradicionalmente marcada por los dos ejes de los que más gusta hablar a los politólogos: el identitario y el ideológico, el que nos sitúa respecto a las relaciones con España y el que nos sitúa respecto a las decisiones económicas y sociales.

Tras el largo y difícil debate del pacto del Estatuto y la inestimable aportación del PP con su recurso crónico en el Tribunal Constitucional, la legislatura ha estado centrada en nuestra identidad y en el difícil encaje dentro de España. Pero los dos grandes partidos catalanes saben que su electorado mayoritario no es independentista. Lo sabe, evidentemente, el PSC, pero también lo sabe CiU, que conoce bien que sólo entre el 22% y el 25% de sus votantes están a favor de una Cataluña independiente.

La oferta de CiU refuerza su imagen de responsabilidad y permite recuperar protagonismo a los nacionalistas

En esas estamos, y a 10 meses de las elecciones, cuando la economía brinda una oportunidad de centrar el discurso y dirigirse al grueso del electorado conservador. El crecimiento español frena su caída, pero los datos de déficit público y paro, sumados a más de una oportunidad de callarse y a la rentable especulación contra el euro, sitúan la economía española en la diana internacional. A la alarma de los mercados, la empresa y la mayoría de la opinión pública, que ve deteriorarse su presente y sus expectativas, CiU reacciona con su mejor discurso: el de la responsabilidad y el sentido de Estado. Duran Lleida intervino en Barcelona y en el Congreso ofreciendo un pacto de Estado para salir de agujero o bien acuerdos concretos. Pero Duran fue ayer en el Congreso una rara avis por su actitud constructiva. Demasiada sofisticación. Con el barco haciendo aguas, se hizo una sesión de control con un debate bronco en el que faltó contenido y respeto a los ciudadanos, y sobró chulería. Mucho adjetivo, mucho ditirambo, mucha mala leche, mucho y tu más mientras los mercados tienen el foco dirigido hacia aquí, en un mundo en el que no hay posibilidad de diferenciar el mensaje externo del interno. La mayoría de nuestros diputados, también el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición, perdieron la oportunidad de dar un mensaje tranquilizador a la sociedad y a los mercados.

No es casualidad que los ciudadanos señalen a los políticos como el segundo problema del país. La opinión pública castiga la confrontación, ya sea interna, de los partidos que forman una coalición o entre las grandes formaciones. La oferta de CiU refuerza la imagen de responsabilidad de la federación nacionalista acabe como acabe la iniciativa y permite a los nacionalistas recuperar protagonismo, sea pactando con el PSOE, sea acercándose finalmente a un PP que encabeza las encuestas. La firma ante notario se va olvidando y se abren nuevas perspectivas de futuro que cuida Unió, aunque la amenaza de la sentencia de Tribunal Constitucional sobre el Estatuto puede hacer estallar las posibilidades de acercamiento.

El cuanto peor, mejor del PP confirma que no es casualidad que Mariano Rajoy pierda apoyo popular mientras Zapatero cae en las encuestas y saque una escasa ventaja electoral de los errores ajenos y del grave deterioro que implica la crisis económica.

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El electoralismo rampante en el Congreso no augura nada bueno en términos de responsabilidad y sentido de Estado en un momento crítico. Que sindicatos y patronal aparezcan más proclives al pacto y den una lección de responsabilidad con su acuerdo de moderación salarial para mantener el empleo y reducir la temporalidad no debería pasar desapercibido a los ciudadanos. Mientras tanto, sus representantes políticos se tiran del moño.

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