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Columna
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Jueces y partes

Andoni Zubizarreta

Judicialización. f. Acción y efecto de judicializar.

Judicializar. tr. Llevar por vía judicial un asunto que podría conducirse por otra vía, generalmente política.

No, no se han equivocado de página. Están en Deportes. Ya sé que es posible que usted acuda a esta sección buscando olvidar todo lo que en otras páginas es noticia, ya sabemos que el deporte ofrece una ventana al desahogo, a la luz, a un paisaje hermoso. Y hace unos meses les prometí que no iba a hablar de los árbitros más allá de mostrarlos como un elemento más del juego del fútbol, un elemento imprescindible para que la competición llegue a buen puerto. Y para ello suelo recurrir a cualquier partido entre amigos, de ésos en los que nos solemos repetir que lo importante es hacer deporte, sudar un rato y, sobre todo, tomarnos una buena cerveza, que nos hace recuperar lo perdido, en un buen ambiente. No diré que todos finalizan con discusión, pero puedo afirmar que las más sólidas amistades se han tambaleado por un fuera de juego, la intencionalidad de una mano, un empujón que unos ven como penalti y otros como una carga legal (y flojera del contrario). Sí, también lo sé, usted es de ésos que tienen memoria de elefante futbolístico y se acuerda de un portero ya retirado que se llama igual que yo y que, en activo, acompañaba a los árbitros desde el centro del campo hasta el túnel de vestuarios, una vez señalado el final de la primera parte o concluido el partido. No lo voy a negar, era yo mismo con mi brazalete de capitán, conversando con el colegiado sobre alguna decisión para mí dudosa o algún detalle que creía necesario que conociera de primera mano. También les diré que en aquel reducido paseo me solía ver acompañado en mis amables intenciones por otro brazalete de capitán, éste vestido con los colores del equipo rival. Qué bello momento para consolidar una amistad.

Una vez asumida la parte que me corresponde en estos líos arbitrales, me gustaría centrarme en las definiciones que abren el artículo. Ya acepto de entrada que alguno deduzca que lo que sigue está motivado por mi paso por Can Barça y es posible que tenga razón (ya lo dijo aquél que sabía más que yo: "Yo soy yo y mis circunstancias"). Les suelo decir que el fútbol es el espejo en donde podemos ver a nuestra sociedad, tal vez un tanto deformada, un tanto grotesca, y que este punto de vista me parece una excelente atalaya de observación. Y hace ya un tiempo que casi todo en nuestra sociedad se resuelve (o se debería resolver) por los jueces. De la clásica disputa entre vecinos a los grandes temas estatutarios. Se diría que los jueces deben dar respuesta a muchas de esas cosas derivadas de la convivencia humana, del compartir espacios limitados, de entender nuestra condición humana como imperfecta. Y, puestos a pedir, demandamos de ellos la exactitud, la exacta precisión, pero con un pequeño matiz: siempre que sea a nuestro favor.

Bajo esa lupa se manejan los árbitros de fútbol, siendo cada jugada decisiva; cada gesto, interpretable; cada milímetro, medible de una forma imposible de ver en un terreno de juego. Unos, intentando engañarles; otros, presionarles; otros, influenciarles; todos, creyendo que ellos, los del silbato, son los que nos van a llevar a la victoria con una sentencia favorable, con un error humano excusable sólo si es a favor. Y siempre, claro, todos bien envueltos en la bandera del fair play. Vaya tropa.

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