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AL CIERRE
Columna
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Un día en el Pleistoceno

J. Ernesto Ayala-Dip

"Encarcelan a un hombre acusado de apuñalar a un joven porque se colaba en el metro", reza el titular de un diario. En los metros de Barcelona existen distintos modelos para sortear el obligado pago de los billetes. Saltar por encima de los torniquetes; la flexión lumbar y meterse por debajo; dado el nuevo modelo de torniquete de algunas estaciones, hay quienes aprovechan el paso de un usuario incrustándose casi en él para perpetrar la infracción. A mí la visión de un individuo que se cuela sin pagar me resulta francamente irritante. Ya me molestan los que se cuelan en la cola del pan, imagínese los que lo hacen para esquivar sus deberes de usuarios. En todos los casos que pude observarlo me llama siempre la atención la actitud de pasmosa naturalidad con que todos los infractores lo acometen. Es la misma naturalidad que hacía ostensible una usuaria, según confesó en estas mismas páginas en un reportaje sobre el aumento de las tarifas de transporte: ella pagaba un billete y con él pasaban su marido y su hijo pequeño (menudo ejemplo, por cierto, de civismo para el pobre niño). Que ahora veamos gente colándose en los metros no podemos atribuirlo a la crisis, porque esto ya sucedía en épocas de florecimiento económico. Como tampoco creo que sea la crisis la que justifique que todos unos señores ciudadanos aprovechen un saqueo para pasar por caja sin pagar, aprovechando el desconcierto reinante que ocasionaron unos epígonos de Robin Hood (me refiero a esos jóvenes que robaron en un súper alimentos para repartirlos entre gente necesitada, que esto sí me parece que tiene que ver con el galopante paro, aunque desapruebe el método).

La crisis no justifica aprovechar un saqueo para pasar por caja sin pagar

Volvamos a los nuevos torniquetes. Introduces tu tarjeta en la ranura y las dos puertas se abren, pero no se cierran con la suficiente velocidad como para que sólo pase el que paga, sino que su lentitud desafía la transgresión del tipo que te pega su aliento en tu nuca. Hace dos semanas un joven quiso hacer lo mismo en la estación de Universitat. Tuvo mala suerte y parece que se topó con un psicópata: enfurecido, éste le clavó una puñalada. A mí me molesta que se cuelen aprovechando mi tarjeta. Me molesta, pero no hasta tal punto que no recuerde que ya no estoy en el Pleistoceno.

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