Una reforma de la cultura empresarial
Emma Riverola publicó un lúcido artículo el domingo pasado que explicaba los motivos que mueven al empresariado español a la prejubilación de sus empleados más maduros: la incomodidad que representa para muchos ejecutivos enfrentarse a personas cuya capacidad, experiencia y conocimientos les induce a expresar un fundado espíritu crítico en su entorno de trabajo y la obvia reducción de costes que supone sustituirlos por más jóvenes, por otra parte mucho más dóciles. Y estas prejubilaciones, añade, se dan con el consentimiento de los trabajadores.
¿Cómo puede ser que personas que han dedicado la mayor parte de su vida a trabajar consientan en ser expulsados del mundo del trabajo precisamente cuando mayores capacidades tienen y mayor satisfacción pueden obtener de él? Pues porque el empresariado español y sus ejecutivos, por las mismas razones por las que años más tarde los expulsa, ahora les infravalora y aparta de las ocupaciones que les resultan satisfactorias para su capacidad, primando a personas más jóvenes que se distinguen por su ductilidad.
No es de extrañar que seamos uno de los países desarrollados con menor inventiva industrial. Y es muy significativo que Emma Riverola haya tenido que acudir a creadores autoempleados o empleados públicos para ejemplarizar la capacidad de creación de los más mayores.
Realmente este país necesita una reforma laboral y de las pensiones, pero aún más una reforma de la cultura empresarial, porque sin ésta, las otras serán inútiles.
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