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Columna
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Feijóo gobierna en coalición

Nadie es profeta en su provincia, que diría Cacharro. La campaña ourensana tumbó al invictus Feijóo. Horrorizado tras descubrir que su partido allí estaba en manos de un perverso cacique llamado Baltar, envió a sus mejores hombres para liberar la provincia del atraso, el ruralismo y el clientelismo, sacando a la luz la verdadera cara de aquel señor tan simpático que animaba los mítines populares con su trombón. Dada la nobleza de su misión, aguardaba ser aclamado por un Ourense liberado como aquel míster Marshall en plena España del paletofranquismo. Pero la feroz operación de fuego a discreción al estilo Rueda fracasó. El clientelismo no se deja matar porque ya no resulte útil. Se resiste, el condenado. Los supuestos clientes de Baltar le recibieron más bien como a Pepe Botella en su añorado Madrid, anticipando entonces el inmediato alzamiento de aquella España brutal e ignorante contra el orden y el progreso que traían a golpe de fusilamiento los batallones napoleónicos.

Primero llaman cacique a Baltar, pero, ante la evidencia del batacazo, ahora imploran consenso

Pasado el mal trago que debió de suponer proclamar, como Rajoy, que "Baltar es el PP", Feijóo habrá empezado a gestionar la cruda realidad. En la ciudad de As Burgas no sólo se resolvió una disputa de política local que, saliendo de la más absoluta nada, ha alcanzado las más altas cotas de la riña tabernaria. Se abrió una nueva etapa en la Restauración Popular. Ahora Feijóo gobierna apoyado sobre una coalición encubierta entre el Baltarato soberano y el resto del Partido Popular. De su habilidad para mantener firme semejante alianza inestable dependen, tanto la tranquilidad de su Gobierno, como su misma continuidad en Monte Pío. De entrada, Baltar Jr. ya le ha dictado la primera regla: o con él, o contra él.

Esta fórmula de coalición semiclandestina no conforma su única opción, pero sí la mejor. Feijóo podría romper con el Baltarato. Proseguir su tarea de liberación provincial, aunque ello le cueste perder el apoyo parlamentario y los votos de su socio. Pero eso no sucederá. El heroísmo democrático es bonito, pero no compensa. Primero le llaman cacique, pero tras la evidencia del batacazo, le imploran consenso. Lo cual no deja de ser un fraude intolerable hacia la audiencia. No pueden ponernos la miel en los labios prometiéndonos un gran espectáculo de sangre, renovación y transparencia, para luego rendirse al primer contratiempo. Galicia entera quiere saber más sobre esos favores y prebendas, denunciados por la dirección regional del partido cuando valía todo contra un Baltar que, en cambio, no decepciona. No se anda con monsergas sobre integración y consenso. Se van a enterar de cómo se ejecuta -nunca mejor dicho- una renovación como Dios manda.

También podría intentar el abrazo del oso. Desactivarle empleando sus mismas armas. Pero Baltar sabe bien que su poder reside en el territorio. No caerá en el error cometido por otros, dejándose seducir por los cantos de sirena compostelanos. Además, inundarle de subvenciones y asfalto crearía agravios frente a otros barones de integridad y lealtad tan acreditadas como Louzán, a quién se enviaría un mensaje contraproducente: la insurgencia compensa. Tampoco conviene desdeñar la incidencia del factor humano. El negative campaigning de tanto predicamento entre los populares se amortiza cuando se gana, pero es una ruina si se pierde. Las infamias de los vencedores se olvidan, porque para eso escriben la Historia. Las de los perdedores, se vengan. Habrá que ver el daño infligido por la campaña de destrucción personal contra la familia Baltar, zaherida y zarandeada en público con ese hiriente desprecio tan propio de los señoritos de ciudad, tan difícil siempre de olvidar y menos aún perdonar.

No queda otra que seguir como Fraga y cohabitar lo más discretamente posible. Aunque ahora con dos baltares por el alto precio de uno. Allá junto al Miño, seguirá guardando la viña el patriarca; fijando el territorio y el voto como sólo él sabe. Mientras, en Monte Pío, el heredero negociará caso por caso las tarifas de una coalición entre socios que se odian a muerte, pero a quienes une el interés.... por Galicia, se entiende.

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