La cuadratura del circo
El circo estaba hace no mucho agigantado y dado de sí. Johann Le Guillerm figura entre quienes han vuelto a depurarlo y a darle forma con audaz rigor imaginativo. En la carpa de su Cirque Ici el espectador se siente en familia: el más alejado está a cuatro pasos de su minúscula pista octogonal, protegido de las fieras por una red tendida hasta lo más alto. Aquí verán números de doma sin animales, equitación sin caballos, malabares sin mazas y magia sin chistera ni partenaire. Le Guillerm los reinventa todos prodigiosamente, y los interpreta en solitario con virtuosismo veteado de humor. A alguno le imprime un sello surreal. El del domador de barreños es un magritte tridimensional animado: Le Guillerm pone a rodar tres tinas gigantes de aluminio por el perímetro de la pista, las dirige desde el centro látigo en mano y, para remate, salta dentro de una de ellas vertiginosamente, Diógenes redivivo.
SECRET
Autor, dirección e interpretación: Johann Le Guillerm. Interpretación musical: Guy Ajaguin & Yann Norry. Iluminación: Frédo Mérat. Manipulación de esculturas: Fleur Lecuyer y Franck Bonnot. Producción: Cirque Ici. Matadero Madrid. Hasta el 10 de febrero.
Ofrece números de doma sin animales, equitación sin caballos y magia
Le Guillerm hace malabares fallidos con un hacha de carnicero
El número del cilindro de felpa que se convierte en pirámide carnívora y engulle al domador por la cabeza, parece una pesadilla plácida del aduanero Rousseau. El de la frágil instalación de tablones, trenzada por el artista sobre la marcha, mientras trepa por ellos cada vez más alto, evoca las arquitecturas efímeras de los constructivistas rusos. Podría forrarse haciéndolo en las bienales de arte.
En Secret también hay trapecio sin trapecistas interpretado, si es que se puede decir así, por un móvil de madera. Lo interesante de Le Guillerm es que somete al arte sin musa a un juego de tensiones doble: hacia atrás, buscando el ambiente primigenio de los espectáculos de barraca, y hacia delante, camino de la abstracción. A veces es alarife e ingeniero funámbulo; otras, patafísico recreativo (cuando crea un tornado artificial en el centro de la pista) y alquimista siempre: Secret está en mutación perpetua. Le ha ido quitando números, más que añadiendo: echamos de menos el de equilibrio sobre torres de libros y la caminata sobre bocas de botella, que es ya historia viva del circo.
Hijo de escultor y de ceramista, este director e intérprete autárquico ganó el premio nacional con 27 años, tras pasar por los circos Moreno-Bormann, Roncalli, Archaos y por La Volière Dromesko. El número de malabares fallidos con un hacha de carnicero, que pone a un sector amplio del público al borde de la rebelión, está impregnado inconscientemente o no del espíritu provocador del Cirque Aligre, pionero de la renovación.
En marzo, Le Guillerm ocupará el parisino Parc de la Villete con Secret, Monstration (conjunto de instalaciones que los visitantes pueden contemplar y manipular) y La Motte, esfera de 12 metros de diámetro con movimiento autónomo perpetuo: una criatura de Frankenstein redonda.
Con su trenza prerrafelita, el torso desnudo y las botas robadas a una armadura borgoñona, Le Guillerm hace proezas con sencillez, inquieta, divierte, encocora y reivindica la pista como reverso especular y alquímico del mundo. Secret es un espectáculo excepcional en el sentido estricto del término: no encontrarán nada igual. Circo para quienes no gustan del circo.
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