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Columna
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Circo

Carlos Boyero

Desearías no averiguar viendo a un político en televisión a qué partido pertenece, confundir a tus prejuicios y a tus sospechas al identificar al sociata y al pepero, no tener clara la identidad ni los tics de Dios ni del diablo. Desearías en nombre de una paradójica credibilidad que alguna vez el concienciado sindicalista vistiera de Armani y el descamisado empresario haya desechado la corbata rosa de Hermés, que los académicos y blindados representantes del proletariado no denominaran compañeros a los que se han quedado en la puta calle, sorprenderte ante el discurso y la gestualidad de gente en la que todo parece obedecer a lo previsible, a las inflexibles consignas de su tribu. Pero es todo cansinamente evidente, fiel hasta la náusea al estereotipo, miméticamente perruno en un guión invariable.

Se supone que las crónicas hepáticas, el debate periodístico sobre el estado de las cosas o el habla memoria de líderes políticos son temas diferenciados, que necesitan marcos sin el menor parentesco. La triunfante fórmula del cochambroso programa La noria ha logrado que un lenguaje común exprese la racial nadería de Belén Esteban, la última gilipollez de la fauna vergonzosamente sociológica de GH, la trascendencia de la transexualidad militante y los descargos de conciencia de personas que dedicaron su existencia a regir la sacrificada dirección política y económica de su amado país. La única norma en este circo es que haya gritos, peleas, que el público espere hasta el final de la publicidad para que les desvelen la clave de misterios estúpidos. Cuando vi a Mario Conde y a Julio Anguita contando sus verdades en este zarzuelero escenario sentí vergüenza ajena, la sensación de que tenían que estar muy acabados para sincerarse en este antro. También veo a un hombre inteligente, sardónico, leído y vivido como Leguina publicitando su autobiográfica novela y largando vitriolo sobre los inconsistentes y advenedizos personajes que se adueñaron de su partido y enviaron al destierro a los legendarios centuriones. También informando de que nadie sensato va a identificar al lobo feroz y al franquismo con el democrático PP. Debo de ser un loco. Pero veo el piñón fijo en 59 segundos de una jefa de la nueva guardia, de una tal Trinidad Jiménez, una camaleona siempre eficaz en las cercanías del poder y casi prefiero al resentido heterodoxo.

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