Laporta quiere ser Guardiola
Pep Guardiola acaba de anunciar que la próxima temporada continuará como entrenador del Barcelona sin necesidad de renovar su contrato, extremo que difícilmente se contemplaba en el fútbol, siempre cambiante y volcánico. El acuerdo no está redactado, ni por tanto firmado, sino que su rúbrica depende del presidente que los socios elijan en las elecciones a celebrar antes del 15 de junio. Así de ingeniosas son las cosas con el técnico azulgrana, que ha sabido quedar bien con los aspirantes al palco -el vencedor podrá negociar el contrato con el entrenador- y ser agradecido con Laporta, que necesitaba asegurarse la continuidad de Guardiola para tener una buena salida del Camp Nou y, si se tercia, para su carrera política.
La foto en que se anuncia la renovación, sin embargo, no ha quedado todo lo bien que quería el presidente si se atiende a la carga mediática que había iniciado para conseguir que Guardiola se comprometiera antes de Semana Santa. La sensación es que el entrenador ha claudicado ante el barcelonismo y la presión popular y no por el interés del presidente.
Las encuestas que se manejan con vistas a los próximos comicios coinciden en que Guardiola sería un gran presidente para el club, opinión que ha reabierto el debate sobre cómo debería ser la máxima figura representativa del barcelonismo, como si Laporta no respondiera precisamente al mejor modelo. Guardiola ha sustituido al propio Laporta como líder de la religión culé y, por tanto, como uno de los referentes de la sociedad civil catalana en un momento político muy delicado. Cada vez que el entrenador y el presidente se cruzan se les pregunta por sus relaciones, sobre un posible distanciamiento, y ambos responden que, sin ser íntimos, se llevan la mar de bien.
Ayer mismo, cuando a Guardiola le requirieron por si se veía como presidente del Barça, respondió: "No, qué va, qué va; si lo fuera, echaría al entrenador a las dos semanas". Una respuesta inteligente a una cuestión que tenía retranca. Guardiola es hoy el espejo en el que deberían mirarse los cargos públicos del país. Y tambien el héroe que en su día, según propia confesión, quiso ser Laporta, siempre visionario: "Yo quería ser Guardiola".
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