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Columna
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Joven promesa o vieja gloria

"Como en el fútbol, no se trata de la edad que tengas sino de los años que lleves en esto", dijo Rubalcaba cuando le preguntaron por la suya tras haber descartado la posibilidad de suceder a Zapatero como candidato en 2012, si el presidente renunciaba a serlo. Podría estar pensando en esos futbolistas (Julen Guerrero, por ejemplo) que fueron figuras desde muy jóvenes pero cuya carrera se vio frenada a la edad en que otros llegados más tarde están en plenitud. En la política española también se pasa demasiado rápidamente de joven promesa a vieja gloria.

La hipótesis de que Zapatero pueda rehusar ser candidato en 2012 no fue planteada por periodistas malévolos y tampoco por el PP, sino por José Bono. Fue el ex ministro de Defensa y actual presidente del Congreso quien, en vísperas de las elecciones de 2008, en la presentación de un libro sobre el presidente, dijo tener "la impresión y la intuición", por lo que le había oído, de que no repetiría como candidato tras el segundo mandato.

Los presidentes españoles llegan pronto y se marchan siendo todavía jóvenes

Ello suscitó reacciones similares a las que se han producido ahora: desmentidos por parte del entorno presidencial, especialmente rotundas cuando provenían de personas cuya carrera política depende directamente de la del líder. Hay un antecedente significativo: en agosto de 1995, Felipe González reunió a una docena de dirigentes, los más próximos a él, para comunicarles que ya había decidido irse y pedirles ayuda para hacer un relevo ordenado. Todos menos uno, Eguiagaray, trataron de disuadirle. Lo cuenta con detalle Gonzalo López Alba en El relevo (Taurus, 2002), libro sobre el proceso de cambio de liderazgo socialista entre 1996 y 2000.

Zapatero fue en 1986, a sus 25 años, el diputado más joven del Congreso, y secretario general antes de cumplir los 40. Entró en La Moncloa a los 43 y, tras ocho de presidente, llegará a las elecciones de 2012 con 51. Los mismos (o menos) que tenían los principales líderes europeos actuales al iniciar su primer mandato: Sarkozy, 52 en 2007; Merkel, 51 en 2005; Brown, 56 en 2007, Berlusconi, 58 en 2004.

Pero la excepción española afecta también a los antecesores de Zapatero (salvo Calvo-Sotelo). Suárez fue presidente con 43 años, y dejó de serlo a los 48; González llegó a los 40 y perdió las elecciones con 53; y Aznar estuvo entre los 43 y los 51. Sus principales colegas europeos de la época habían iniciado sus respectivas carreras presidenciales con al menos 50: los que tenían Kohl y Thatcher en 1982 y 1979. Chirac fue elegido a los 62 en 1995, y tenía 69 al iniciar su segundo mandato, tras unas elecciones en las que compitió con Jospin (64) y Le Pen (74). Mitterrand tenía 64 al ganar en 1981, y 71 al ser reelegido en 1988. González ha dado estos días el dato de que la permanencia media de los presidentes europeos viene siendo desde hace cuatro décadas de algo más de siete años.

Como ha explicado aquí Javier Pradera, es poco verosímil que Zapatero deje de presentarse en 2012: si la economía sigue mal, porque su retirada sería vista como una deserción; y si va bien, porque el PSOE no dispondría de una alternativa mejor para ganar. Es posible que Zapatero tuviera asumido en su momento el principio de la autolimitación de mandatos, a favor del cual hay poderosas razones, avaladas por la experiencia. Así lo dice el citado López Alba en un artículo publicado en Público (26-4-09): "Llegó a la conclusión de que ningún presidente podría gobernar en España más de ocho años después de que Aznar cumpliera el compromiso de limitar su mandato a dos legislaturas". Pero tendría que haberlo manifestado al llegar a La Moncloa o incluso en la campaña previa. Ahora no podría hacerlo sin convertirse en un pato cojo, como dicen los americanos, justo cuando más autoridad necesita para hacer frente a la crisis.

Zapatero ha dado cancha a la novísima generación, con nombramientos sorprendentes o sólo entendibles como preparación de su sucesión. Pero tras el experimento de Aznar no puede hacer movimientos que puedan ser interpretados como de señalamiento de heredero o heredera. En su momento reprochó a Aznar que la cuestión sucesoria estaba limitando su actuación, aplazando decisiones urgentes, como la remodelación de su Gobierno, en función de cálculos sobre la designación del sucesor. (EL PAÍS, entrevista con Soledad Gallego-Díaz. 19-5-02).

Queda otra cuestión. Si Zapatero se retirase a los 51, ¿a qué se dedicaría? Cuesta imaginarle como conferenciante en inglés, a lo Aznar, o como comisionista internacional, a lo Schröder. Y escribir sus memorias a los 51 años, como Baroja, parece algo prematuro. Él ha dicho alguna vez que su pasión es la política y que no sólo se puede practicar desde el Gobierno. La cuestión es si seguiría en ella desde la oposición, si se presenta y pierde.

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