Nuevo prodigio del Deportivo
Pese a las bajas y carencias, el cuadro de Lotina desactiva el 'efecto Zigic' con mucha garra
Infrautilizado por Unaio Emery, que le da el papel de reactivo, el 90% de los entrenadores firmarían contar con Zigic en sus plantillas. Tiene detractores que le ven como un pívot, pero el delantero serbio es algo más: sabe jugar la pelota, asociarse, buscar espacios en el área y combinar. Además, tiene ascendente sobre sus compañeros, que celebran sus goles con especial alborozo. Miguel Ángel Lotina es de los que vendería su alma al diablo por un tipo así. Hoy día dispone de dos puntas, quizás también a día de mañana porque los lesionados Riki, Lassad y Mista no son tampoco nueves puros. Adrián no acaba de convencer, pero, por aquello de dar oportunidades a todos y mantener un saludable equilibrio en la caseta, el técnico dio minutos a Bodipo, que los había reclamado. Pero fue más de lo mismo: nada.
DEPORTIVO 2- VALENCIA 2
Deportivo: Manu; Laure, Zé Castro, Adrián López, Manuel Pablo; Antonio Tomá (Lopo, m. 84), Juca; Juan Rodríguez, Valerón (Iván Pérez, m. 60), Filipe; y Bodipo (Adrián, m. 67). No utilizados: Aranzubia, Rochela, Juan Domínguez y Añón.
Valencia: Moyá; Miguel, David Navarro, Marchena, Mathieu; Albelda, Manuel Fernandes (Banega, m. 75); Domínguez (Joaquín, m. 57), Silva, Vicente (Villa, m. 83); y Zigic. No utilizados: César, Alexis, Baraja y Alba.
Goles: 0-1, M. 10, Zigic. 0-2, M. 29, Zigic. 1-2. M. 49, Filipe. 2-2. M. 73. J. Rodríguez.
Árbitro: Mejuto González. Amonestó a Manu, David Navarro y Albelda
11.000 espectadores en Riazor. César Augusto Lendoiro, el presidente del Deportivo, no asistió debido a una gripe.
El Valencia, con todo a favor, sucumbió ante el liderazgo y el empuje de Filipe
Con Zigic como referencia, el Valencia se lanzó a por la remontada y tan sólo precisó media hora para conseguirla. Le buscaron sin ambages, todos lo sabían en el Deportivo, pero nadie lo evitó. Ni quienes tenían que estar cerca de él ni quienes debían evitar que le nutrieran. Miguel le sirvió los dos goles que dieron la vuelta a la eliminatoria. En el primero falló además el portero Manu, con manos blandas ante un discreto remate. En el segundo, Manu, Adrián y Laure no pudieron evitar que tocara la pelota en el segundo palo.
Era lo que había: tres jugadores sin apenas experiencia en la élite defendían las opciones del Deportivo. "Los milagros los tenemos que hacer entre todos", acuñó César Augusto Lendoiro como eslogan hace cinco años, cuando pidió apoyo económico a la afición para mantener el nivel del equipo. No encontró el sustento que buscaba, pero los prodigios en Riazor no sólo no han cesado, sino que han ido a más. Ayer, cuando el marcador se torció, Lotina miró al banquillo y encontró a Rochela, Juan Domínguez, Iván Pérez y Añón, coruñeses todos, presumía la web oficial de la entidad en la víspera, pero no Suárez o Amancio.
Con el 0-2 e incluso mientras tenía la eliminatoria a favor, el Deportivo lo intentó. También, una afición que respeta el esfuerzo y comprende las limitaciones. El equipo se echó en brazos de Valerón, al que siempre es una delicia ver evolucionar, pero que se encontró con Marchena, Albelda y David Navarro, tráfico pesado. Por allí andaba también otro liviano, Filipe, al que las ausencias obligaron a regresar a la posición de interior izquierdo en la que fracasó en su primera temporada en el Deportivo, antes de devenir en un grandísimo lateral. Y ahí andaba circulando hacia la mediapunta buscando asociarse o a la caza de algún rechace. Lo consiguió y definió como delantero. Filipe ha crecido y ayer demostró que tiene argumentos para defenderse en cualquier posición.
El Valencia, que estaba en la gloria, se encontró de súbito con la eliminatoria igualada. Y, ante un rival encastado, un taconazo del imprevisible Juan Rodríguez volvió a dejar a Filipe ante Moyá. Fue dos minutos después del gol y el remate se marchó pegado al palo, pero ambas dentelladas del brasileño sacudieron Riazor. Para entonces, Silva hacía minutos que no tocaba la pelota. Tampoco Vicente o Domínguez, que no estuvo cómodo en la banda derecha. Sin ellos, el Deportivo había conseguido desactivar a Zigic. Pero no había ganado. Se cumplió la hora del partido y Valerón, como Cenicienta, tuvo que marcharse. Y, como por ensalmo, dio la impresión de que el Valencia recuperó el control. No había sido así porque Filipe estaba desatado. Recogió un nuevo rechace junto al córner, remontó la línea del fondo y encontró a Juan Rodríguez, que entró allí como un ciclón para empujar a la red con el alma, la de un equipo muy limitado que rezuma orgullo.
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